En general, la actitud más recomendable ante una película para adolescentes basada en un best seller es huir. Porque suelen ser superficiales, estar cargadas de moralina y de personajes esquemáticos. Cada día, filmada a partir de la exitosa novela homónima de David Levithan, comete algunos de esos pecados, pero logra ser una excepción a la regla gracias a su ingeniosa premisa, una vuelta de tuerca al viejo truco del intercambio de almas del estilo Hay una chica en mi cuerpo.
"A" es un espíritu que despierta cada mañana en un cuerpo diferente: siempre de su misma edad -A es adolescente-, de cualquier sexo, y ubicado no muy lejos del cuerpo anterior. La medianoche marca la hora de vencimiento: el alma errante abandona el cuerpo que ocupó durante las últimas 24 horas para devolverlo a su legítimo dueño e invadir, al azar, otro nuevo cuerpo. Así, todos los días. Quienes son “habitados” guardan borrosos recuerdos de lo que hicieron durante ese día.
Con esta suerte de posesión no satánica, mientras está dentro de Justin, conoce a la novia de él, Rihannon. Le confiesa su secreto y empieza una historia de amor entre ella, "A" y el cuerpo que toque cada día. Un romance que sirve para dejar todo tipo de enseñanzas, empezando por la principesca “lo esencial es invisible a los ojos” y siguiendo por la más prosaica variante “lo importante no es el envase, sino el contenido”. Es, también, el vehículo ideal para transmitir un mensaje de aceptación de la diversidad sexual.
Suena exasperante, pero el director, Michael Sucsy (cuya opera prima fue el encantador telefilme Grey Gardens), y el guionista, Jesse Andrews, se las rebuscan para mantener el interés del relato y, apoyándose en el aspecto fantástico del asunto, no caer en una bajada de línea excesivamente empalagosa.