Desafiante filme de un realizador interesante pero creído y autosuficiente. Que sabe dirigir actores, dar el tono, crear tensión dramática con situaciones cotidianas, pero que se engolosina demasiado con sus búsquedas y a veces suena amanerado. El filmee cuenta una serie de encuentros entre un director y la actriz –ocasional amante– que protagoniza la película que están filmeando. Son situaciones muy repetidas, charlas sobre el mundo del cine y sobre la gente, diálogos que dan vuelta en torno al gusto estético y a los alcances del lenguaje del arte. El realizador es un mentiroso y el cine parece ser el mejor lugar para manipular afectos. El filme, que juega en esa dudosa frontera, muestra entre dobleces y cálculos los límites de un naturalismo engreído. Está construida con 17 planos secuencia, con cámara fija, con muchos tiempos muertos, desafiando al espectador a tener que soportar todo (lo de la endoscopía es demasiado). Tiene hallazgos, pero parece, más que un filmee, un ejercicio experimental sobre los difíciles límites entre el arte y la vida