Hora de filmar la neurosis
Desde hace años, el gran cine rumano adquirió una fuerte presencia en festivales internacionales. Títulos geniales como La noche del señor Lazarescu, Aurora, Bucarest 12:08 y Policía adjetivo posicionaron con alto prestigio al país del Este.
Desde hace años, el gran cine rumano adquirió una fuerte presencia en festivales internacionales. Títulos geniales como La noche del señor Lazarescu, Aurora, Bucarest 12:08 y Policía adjetivo posicionaron con alto prestigio al país del Este.
Del director de las dos últimas es Cae la noche en Bucarest, otro ejemplo de que el cine de aquel país, una vez terminada la dictadura de Nikolai Ceausescu, encontró su lugar en el mundo.
Mordaces, críticas, grises y fúnebres, las películas rumanas miran al pasado pero también se ubican en un presente poco venturoso al describir a un país opaco donde las festividades por la caída del último bastión comunista, por lo menos a través de sus asordinadas tramas, parecen haber quedado en el olvido.
Menos contextual y regida por los trabajos casi exclusivos de sus dos estupendos actores, este film de Corneliu Porumboui muestra a un director de cine (Paul) y a su actriz (Alina) en una extensa conversación sobre diversos temas.
Desde la primera secuencia, cuando ambos hablan sobre la imagen digital y el celuloide, Cae la noche en Bucarest apuesta fuerte al encerrar a sus personajes y describirlos de manera poco enfática, por medio de pequeños trazos que van conformando un todo donde el cine se mezcla con las comidas y el pasado con el presente, junto con la tensión que se establece entre un cineasta que dirige a una actriz que duda en desnudarse en la pantalla.
En realidad, por más que hablen de comidas asiáticas o de otras yerbas, Paul y Alina hablan de cine, del lugar que ocupan un director y una actriz en una película. Como si Después del ensayo (1984) de Ingmar Bergman, tuviera un nuevo debate dialéctico sobre las posibilidades del arte (ahora en el siglo XXI), Porumboui elige asfixiantes interiores, restaurantes, salidas ocasionales y obviamente al cine dentro del cine para desarrollar un mundo sin salida, prejuicioso, inseguro en sí mismo.
Mientras Paul es un molesto hipocondríaco y Alina pretende manipular las obsesiones y miedos de su director y pareja ocasional, la historia parece transcurrir en un lugar ajeno a cualquier paisaje, con la cámara buceando en las taras y manías de sus dos casi únicos protagonistas.
Gran film, hermético y placentero.