Ganadora del Premio del Jurado de la Competencia Oficial del último Festival de Cannes y nominada en la categoría de Mejor Film en Idioma Extranjero tanto en los Globos de Oro como en los BAFTA británicos, los César franceses y los Oscar, la nueva película de la directora libanesa de Caramel y de ¿Y ahora dónde vamos? resulta un ejemplo cabal de lo que tantas veces se ha definido como pornografía de la miseria. El resultado es un film dominado por la culpa y dictado por la corrección política con un mensaje tan bienintencionado como en definitiva torpe y subrayado.
Vaticinábamos durante la cobertura del Festival de Cannes 2018 que la nueva película de la realizadora de Caramel (2007) y de ¿Y ahora dónde vamos? (2011) era de esas propuestas demagógicas que cumplían con absolutamente todos los requisitos de la corrección política para ganar premios en los ámbitos más variados: desde un festival como el que la seleccionó para su estreno mundial hasta los Oscar. Y así fue.
Cafarnaúm surge del sentimiento de culpa del Primer Mundo respecto de los sufrimientos y miserias de los países pobres. Algo así como un cine "Naciones Unidas" que busca paliar esa sensación. Pura pornografía de la miseria.
En este caso, Labaki apuesta a actores no profesionales (un niño y un bebé como queribles protagonistas), cuestiones como el abuso infantil, la descontención de la infancia, la inmigración ilegal y un relato enmarcado con estructura de thriller judicial (didáctico, por supuesto) que oficia de ordenador de un relato que va y viene en el tiempo.
Labaki es una sólida narradora y consigue momentos de fuertes implicancias emocionales, pero siempre se percibe el énfasis, el subrayado, la fórmula (¡ay, esa musicalización!) que nos limita, nos abruma y nos condiciona para transformarnos ya no en espectadores libres sino en meros rehenes de una artista siempre lista para la manipulación.