La directora de Caramel (2007) se despacha con la historia de Zain (Zain Alrafeea), un niño pobre que deambula por las calles desparramando ternura ante su carente situación. Una especie de nueva versión de El pibe (The Kid, 1921) de Charles Chaplin.
Zain vive en la pobreza extrema y, ante los distintos conflictos con la ley y peleas con sus padres, es expulsado a rebuscárselas solo en otro contexto. Pero la suerte no estará de su lado y vivirá infinidad de problemas. Cuando logra que una mujer le de casa y comida esta desaparece dejándole a su pequeño bebé a su cargo. A fuerza de voluntad y esperanza, tratará de salir adelante.
Con un registro realista, siguiendo de cerca con una cámara en constante movimiento a los personajes, Nadine Labakitrata de captar gestos y pequeños momentos de dulzura en sus pequeños personajes. Los detalles de afecto entre Zain y el bebé son breves episodios de sensibilidad en el mundo hostil que habitan.
La película funciona hasta la primera hora, contando con la cámara las vicisitudes del protagonista y sus rebusques para sobrevivir demostrando que la precariedad en la que se encuentra lo lleva a tomar decisiones extremas y no lo hace por maldad. Logramos empalizar con el protagonista y tener una descripción acertada y oscura del universo marginal en donde le toca deambular.
Pero sobre la segunda mitad, la película cae en el melodrama, presentado a una serie de adultos como los villanos de la historia y poniendo en su boca palabras que anuncian la tragedia. Un recurso innecesario ya que el drama había sido descripto efectivamente. Las palabras y el golpe bajo se sienten sobre actuados.
El plus del film está en su título. "Capharnaüm" significa “ciudad de Nahum” o “ciudad de consuelo”, estaba situada en la costa noroeste del mar de Galilea, en un lugar llamado Tell Hum, a orilla del lago Tiberíades, donde Jesús fue atacado por una multitud de pacientes que buscaban la curación. Un dato que le aporta un tinte simbólico al relato.
Cafarnaúm: La ciudad olvidada cuenta su historia de superación, pasa por lugares comunes y cae en algunos clichés. Sin embargo, es el carisma de Zain Alrafeea y el registro acertado de la directora libanesa, recursos que hacen llegar al film a buen puerto.