“NADA VALE SI HAY UN NIÑO EN LA CALLE”
Cuando el dolor es tan grande en la pantalla uno se pregunta: ¿es necesario? En este caso, contestaría que sí. Nadine Labaki le pone nombre, identidad e historia a un joven de 12 años que sobrevive en la miseria económica y social. La directora libanesa logra desnaturalizar la pobreza. Hace posible que ese niño en la calle no sea “un elemento más del paisaje” y por sobre todo le da voz, y con él a todos aquellos que viven en una situación parecida.
Zain tiene 12 años, pero por su aspecto menudo parece un niño más chico. Aunque en realidad la edad fue dada de manera aproximada por un médico, ya que no estaba en los registros, ni tenía identificación. El film cuenta cómo llegó hasta la Corte a denunciar a sus padres por “haber nacido”. En un primer momento, narra su vida junto a su familia. Aquí podemos observar que no va a la escuela porque trabaja, ya que de esa manera ayuda a generar ingresos en su hogar. Viven en una pequeña casa, donde duermen todos juntos, él, la madre, el padre y sus hermanos (que son, al menos, cinco). Tienen varios problemas edilicios y hacen lo imposible para sostener el alquiler.
La mayor parte del tiempo Zain se encuentra en la calle y a la deriva. Su cable a tierra es su hermana, a quien protege y por quien vive. Tiene una gran conciencia de su situación y es por eso que anticipa que a ella la van a entregar en casamiento luego de su primera menstruación. La concreción de este hecho determina la ruptura con su madre y padre. La desesperación y bronca del niño lo llevan a fugarse y vivir a la deriva. Así comienza un camino solo, en el que el sistema no hace más que sumar enojo en el niño.
Cafarnaúm explora varias temáticas: la inmigración ilegal, las fallas en el sistema de salud y en la justicia, la pobreza, la trata de personas y el abandono del Estado. La apertura de temas y los pequeños detalles de denuncia le permiten al film no quedar atrapado en el señalamiento de los padres como culpables de la vida que llevó el niño. La voz de Zain pone el foco en sus progenitores porque son quienes le dieron la vida. Sin embargo, Labaki muestra cómo la Justicia aparece recién cuando el niño comete un delito. Así como también expone que los medios de comunicación se hacen eco del caso cuando se vuelve un espectáculo. En este sentido, la aparición de la voz de Zain en la televisión genera una escena parecida al momento en el que Jamal de ¿Quién quiere ser millonario? es visto en la pantalla. Todos los niños de la cárcel festejan por saber que Zain está saliendo al aire.
La intensidad del relato hace posible que se mantenga una atención constante. Y aunque la vida de Zain parece acumular todas las peores miserias, también aparecen momentos de respiro. Las argumentaciones infantiles de Zain para explicar por qué anda a cuestas de un bebé de tez negra son tan disparatadas que logran sacar una sonrisa. Es a través de Shiferaw, personaje que alberga a Zain en su hogar, que vemos el sacrificio por sostener una familia y la solidaridad con el otro. Es, a su vez, el hijo de ella quien se lleva las mejores escenas. El bebé baila y parece que el mundo se detuviera a verlo, así entero, mientras su entorno está roto.