UN AMOR TRISTE
Triste, romántica, sencilla, demasiado leve pero a veces encantadora. Woody Allen lo hizo otra vez. Retorna al Hollywood de los 30 para decirnos que al final el amor tiene tanta consistencia como esas falsas burbujas de un mundo del cine hecho de sueños. Nos trae a un muchacho neoyorkino que va allí a trabajar con su tío, un exitoso representante de artistas. Y que se enamorará de la amante de su tío. Y será esa confrontación (entre New York y Los Angeles, alegorías de realidad y ficción) la que mostrará que al final todo es artificioso y que, como parte de ese gran sueño, está el amor, esa burbuja que a veces nos une y a veces nos separa. Sencilla en su apariencia formal, pero rica en sus entrelíneas. Tiene una sobresaliente Kristen Stewart, una claridad narrativa que es marca de fábrica y la voz de Woody comentando lo que va sucediendo, como para subrayar que todo es un cuento, pero un cuento cierto. El plano final es magnífico: se ve a los amantes pensativos, tristes y a miles de kilómetros, mientras, a su alrededor, el brindis y la alegría del fin de año se vive como otro sueño imposible