La 47ª película del incansable director (12ª que presentó en Cannes y 3ª que inauguró el prestigioso festival) lo lleva a terrenos conocidos (el mundo del cine y el jazz, Nueva York y Los Angeles, las familias judías, los triángulos afectivos, las infidelidades, los desengaños amorosos), pero en este caso consigue una leve, luminosa, ligera y encantadora comedia romántica ambientada en la segunda mitad de la década de 1930. Eisenberg y Stewart -la misma pareja de la notable Adventureland: Un verano memorable, de Gregg Mottola- se lucen a puro carisma, al igual que el formidable director de fotografía Vittorio Storaro.
¿Que tiene algo de déjà-vu? ¿Que ofrece una mirada idealizada del Hollywood de los grandes estudios? ¿Que por momentos puede resultar demasiado inocente y hasta algo ñoña? Puede ser, pero aun con esos u otros reparos/cuestionamientos, Café Society es uno de los films más disfrutables del Woody reciente. Y también uno de los más sofisticados y cuidados en términos narrativos y visuales.
Es como si este primer trabajo de su carrera en digital y con el director de fotografía italiano Vittorio Storaro (ganador de tres premios Oscar por Apocalipsis Now, Reds y El último emperador) le hubiera insuflado nuevos ánimos al ya octogenario realizador. Así, las múltiples y masivas escenas de fiestas y bailes a-la-El gran Gatsby (hay bastante de F. Scott Fitzgerald en la película) tienen una belleza y elegancia notables, sostenidas también en el excelente diseño de producción y reconstrucción de época de Santo Loquasto.
Con una estructura de novela con el propio Woody Allen adoptando la voz del autor/narrador, Café Society sigue las desventuras de los distintos personajes de una familia judía del Bronx. La historia transcurre tanto en la Los Angeles de los grandes estudios (el tío Phil Stern que interpreta Steve Carell es un poderoso agente de la industria) como en Nueva York (donde Corey Stoll encarna a Ben, un mafioso digno de las películas de Martin Scorsese que regentea el popular club nocturno del título). Entre esos dos mundos aparecen los protagonistas, Bobby (Jesse Eisenberg, otra vez como perfecto alter-ego del director), hermano de Ben y sobrino de Phil, y Vonnie (Kristen Stewart), secretaria de la agencia que lidera el personaje de Carrell.
El director de Manhattan, Zelig y Annie Hall: Dos extraños amantes apela a su costado más lúdico y romántico para una película que hasta en sus aspectos más despiadados (las miserias de Hollywood, la violencia sádica de los mafiosos o la crueldad de ciertas mentiras) siempre tiene un tono leve y tranquilizador, con una broma siempre lista y unas alegres melodías de jazz de fondo.
Así como los hermanos Coen hace poco en ¡Salve, César! Woody (se) regala unos cuantos homenajes cinéfilos a la era dorada de los estudios de Hollywood, se ríe de sus raíces judías y consigue -otra vez- notables actuaciones (uno se cree cada uno de los cambios, las perplejidades, las desilusiones de Eisenberg y de ese diamante que es Stewart).
A esta altura uno da por sentados muchos de los logros del cine de Woody, pero lo que este director consigue año tras año en cada una de sus películas es algo que muchos otros colegas no alcanzan en toda su carrera. Así, aunque podamos decir que Café Society es “una más” de Allen, se trata de un reencuentro decididamente feliz.