Sabor amargo
Woody Allen nos tiene acostumbrados a una desencantada visión del mundo en sus películas. Una mirada de autor con la cual expresa sus obsesiones personales, que tiene al amor, al matrimonio, al judaísmo y a la muerte entre sus temas predilectos. En su última película logra conjugar todos sus dilemas existenciales a través de un espacio y un tiempo determinado. Si, Café Society (2016) es una película tanguera.
Estamos en el Hollywood de los años treinta y el joven neoyorkino Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg), de familia judía, consigue un puesto de trabajo menor en el mundo del cine gracias a su tío Phil (Steve Carell), magnate de la industria cinematográfica. Vonnie (Kristen Stewart), la secretaria del hombre que lo apadrina, pasa tiempo con él mientras le muestra la ciudad. El inevitable romance surge entre ambos pero rápidamente se interrumpe. El tiempo pasa y Bobby regresa a su Nueva York natal a gerenciar el bar de su hermano gángster Ben (Corel Stoll) y se convierte en un hombre de negocios rehaciendo su vida aunque no con la plenitud esperada.
La historia y sus vicisitudes son narradas con la apariencia de una comedia romántica como sucedía con Hombre irracional (Irracional men, 2015), aunque al igual que en aquella película, bajo ese manto estéticamente bello, se esconde el pesimismo acerca de las relaciones humanas condenadas a la infelicidad.
Tenemos por un lado el Hollywood de los años treinta (con múltiples referencias a las estrellas y films del momento), y por el otro a la Nueva York de años posteriores en donde se halla el bar en cuestión, el cual Woody Allen utiliza como micro universo para establecer su mirada cínica del mundo. Allí deambulan políticos junto con gángsters, maridos con sus amantes y amigos por conveniencia, bajo la mística música de jazz -ideal para expresar la belleza del momento y la añoranza del pasado perdido. Una visión bastante oscura sobre el éxito (y mediante éste, del poder) a partir de extorsión, mentiras y sangre. Las bases de un sueño americano ficticio e irreal, donde nadie está libre de pecado.
Algunos de los hechos que parecen transcurrir en un segundo plano pero que “hablan” de la configuración de la sociedad según Allen, son el accionar violento del hermano gángster, que termina siendo funcional a la familia, o la postura social no tenida en cuenta de Leonard (Stephen Kunken), marido culto e intelectual de la tía de Bobby. No dejamos de pasar un momento agradable en la película por esto, siempre con el encanto del director en su modo de narrar aunque el resultado deje un sabor amargo. Ahí radica su genialidad, nos presenta la información de una forma placentera y, con pequeñas pinceladas, nos adentra en su agridulce visión del mundo.
Café Society es la película más personal de Woody Allen en años, para establecer a través de un tiempo pasado y un espacio particular, su mirada acerca del mundo.