Comedia de esas que sólo sabe hacer Woody Allen
Un elenco liderado por Jesse Eisenberg y Kristen Stewart se luce animando los diversos personajes de un film irónico y nostalgioso en el que nada es sólo lo que parece.
A los 80 años, nada reblandecido, siempre clásico, elegante, nostalgioso, y refrescantemente reiterado (valga la paradoja) Woody Allen nos envía una comedia irónica de esas que él sabe hacer, livianas pero con sustancia, de buenos diálogos, refinadas y un tantito agridulces.
La trama es aparentemente simple: corren los dorados años 30, y un joven actor neoyorquino va a probar suerte en Hollywood, donde su tío, agente de cierto peso, le brinda un pequeño espacio y le deja a mano una secretaria que alguna vez también fue a probar suerte a Hollywood. Ambos ilusos no tardarán en entenderse. El detalle es que la chica también se entiende con el tío.
Nada es sólo lo que parece. La gente y los lugares suelen tener dos caras, y otras cuantas cosas también se dan por partida doble: dos hermanos, dos amores del muchacho, dos de la chica, dos ciudades para enamorarse, un mismo nombre para dos mujeres, y así, llevándonos con melancólica simpatía por dulces recuerdos de diversos cariños, tiempos glamorosos, ecos de estrellas lejanas, hasta cuya puerta llegamos, y también ecos de actividades non-sanctas, romantizadas por el cine, todo envuelto en el humor leve, las penas y las obsesiones habituales de Allen, sobre la religión, la familia, la ética, los negocios, el espectáculo, el amor, la realidad y el paso del tiempo. Precioso el final, propio de alguien que ha vivido y ha sabido observar y reflexionar sobre la vida.
En la pantalla, Jesse Eisenberg, alter ego del autor, Kristin Stewart, la rubia Blake Lively, Steve Carell como el tío, Corey Stoll el mafioso, etc., y otros cuantos, luciéndose debidamente en personajes variopintos. Detrás de la pantalla, como se dice, linda música, Vittorio Storaro, dirección de fotografía, Santo Loquasto, diseño de producción, Goldman y Huszti, dirección de arte, un largo equipo de impecable nivel. Y sobrevolando todo, poniéndole su propia voz al relato, el viejo Allen. Admirable, ésta es su película número 47.