Café Society, opus 47 de Woody Allen.
Bobby Dorfman (Jesse Eisemberg) es un joven neoyorkino que decide probar suerte en Los Ángeles. Después de varias semanas de espera, consigue que su tío Phil (Steve Carrel) le consiga un trabajo como asistente en su agencia de representante de estrellas de Hollywood. En la oficina conocerá a Vonnie (Kirsten Stewart) quien será la encargada de mostrarle el funcionamiento de la meca del cine: las fiestas, las casas de las estrellas, pero también la visión desencantada de esa opulencia vacía. Bobby no tardará en enamorarse de Vonnie, pero ella es la amante de un hombre casado. Y el triángulo amoroso tendrá derivaciones insospechadas.
La de Allen es la voz en off de ese narrador que nos cuenta esta historia. Una historia que es casi siempre la misma, con las variaciones del mismo cuento al que le va agregando condimentos para arribar de un modo agridulce, a los difíciles caminos del amor. Pero Café Society también suma elementos de su obra que estaban relegados en sus últimas películas: la subtrama cómica de la familia judía, en el diálogo de Bobby con una prostituta ¿referencia a Poderosa Afrodita?, relaciones con gangsters para resolver problemas como en Balas sobre Broadway, y miradas nostálgicas a la familia como en Días de radio.
Hay algunas diferencias formales del director de Zelig en cuanto a sus obras anteriores, Allen es un autor que pone el acento en sus historias y sus diálogos, y no tanto en sus encuadres y movimientos de cámara. El travelling con el que comienza el film y el fundido encadenado del final dan cuenta de estos cambios. El tono visual que consigue uniéndose con el director de fotografía Vittorio Storaro es genial: desde los dorados de Hollywood, la sobriedad en los ambientes de Los Ángeles, a la brillantez de los clubes nocturnos de New York. Además de la manera en que están encuadrados algunos de los asesinatos.
Woody, que en algún momento de su carrera dijo que no necesitaba salir de New York para filmar, salta de una costa a la otra para contar su cuento. Claro que luego de su filmografía turística (Londres, Barcelona, París y Roma) quizás se haya dado cuenta que las ciudades son meros escenarios de fondo para hablar de sus obsesiones de siempre que ha explorado una y otra vez, que el amor y sus dificultades pueden estar en el Hollywood de los años 30 y en el New York del jazz y los clubs de la misma época, sin cambiar de país, pero sí de costa.
La solidez del elenco está encabezada por un Jesse Eisemberg, como alter ego de Allen pero bajado el tono de algunos de sus últimos desbordes. Corey Stoll como un brillante gánster, hermano de Bobby, la solidez y sobriedad de Steve Carrel y como broche de oro, dos mujeres de diferentes estilos e igual magnetismo: Kirsten Stewart y Black Lively, difícil elegir a quién amar mas. Porqué si hay algo que el director de La rosa púrpura del Cairo maneja con maestría es el no juzgar moralmente a sus personajes, mantiene un tono neutro con la sutileza de dejar en manos del que mira la reflexión sobre la conducta de lo que está viendo.
Café Society es un Allen disfrutable de principio a fin, con sus temas de siempre, con el humor, el amor y la nostalgia de un director prolífico de ochenta años, que filma a un ritmo envidiable y que alguna vez extrañaremos. Y ahí nos daremos cuenta que la realidad se impone al deseo, como en su cine.