El amor viene de arriba
Sin temor a caer en absolutismos sostengo que la comedia romántica es uno de los géneros más entrañables del cine, y como para confirmarlo tengo varias películas favoritas que sigo repasando una y otra vez. ¿Por qué? Por el simple motivo de que me hacen sentir bien. Si la obra está hecha como Dios manda, y la química entre los actores fluye correctamente, se genera una emoción genuina que nunca me aburre volver a vivenciar. Aún admitiendo que algunas de ellas no aportan nada novedoso, limitándose a reciclar una fórmula ya instalada desde que se inventó el querido cinematógrafo, hay ocasiones en que las interpretaciones del elenco salvan al producto de sus propias limitaciones. Porque no siempre van a aparecer obras redondas como Cuando Harry conoció a Sally, Quiero decirte que te amo (la de Rob Reiner, no confundir con la de Lawrence Kasdan), Hechizo del tiempo, Un lugar llamado Notting Hill o Pasión de cristal (una debilidad personal), por citar sólo unas pocas. El cine argentino de las últimas décadas le ha dedicado bastante poca atención a este género pese a contar con muchos fanáticos incondicionales (¡y es tiempo que reconozcamos que no son sólo chicas las consumidoras principales!). Por este motivo es una alegría que Caída del cielo llegue a la cartelera vernácula. Se trata de una producción independiente quizás con más buenas intenciones que logros concretos pero su mera existencia será de ayuda para que vuelva a instaurarse la comedia romántica en nuestro medio local.
Un aspecto a considerar es la óptima dupla que conforman Muriel Santa Ana y Peto Menahem que se conocen y han trabajado juntos antes en varias oportunidades. Es esencial este dato ya que la película de Néstor Sánchez Sotelo se apoya en ellos para llegar a un público que aún en su avidez por estos relatos del corazón difícilmente peque de condescendiente y justifique sus fallas (que las tiene). El guión es un buen borrador pero resulta evidente que le falta un poco de todo: una trama de mayor relieve, desarrollo de personajes secundarios, subtramas de peso y un uso más inteligente de Sebastián Wainraich que es introducido en la historia como si fuera el tercer vértice de un triángulo amoroso y se queda sólo en el amague. Lo más destacable, además de las grandes actuaciones de Santa Ana y Menahem, seguramente es el primer acto donde Caída del cielo sorprende con su planteo y establece los inicios de la relación entre Julia y Alejandro, dos seres solitarios destinados a quererse con las clásicas idas y venidas que son el ABC de la comedia romántica. Se nota que en esa situación desencadenante hay unos cuantos detalles jugosos fruto de la inventiva de los actores antes que del ingenio de los tres guionistas involucrados. Si la idea se hubiese transformado en un cortometraje poco se lo podría reprochar al trabajo de los autores. El problema es que una vez superado ese primer acto el idilio de Alejandro y Julia demora en tomar forma y por momentos no se entiende muy bien hacia dónde lo están llevando. Estas dilaciones e indecisiones conspiran para que el filme encuentre un tono preciso e interpele a su audiencia con mejores armas.
Alejandro y Julia son dos cuarentones en conflicto. Él es un sonidista que trabaja en teatro, vive sin compañía en un departamento modesto y anímicamente no la está pasando nada bien. Ella es una mujer desocupada oriunda de Pergamino que se mudó a Buenos Aires siguiendo a su novio; ambos convivían en el mismo edificio de Alejandro pero al disolverse la pareja Julia se quedó sola. Nunca se vieron hasta el día en que Julia, ¿accidentalmente?, cae de la terraza al patio de un atribulado Alejandro. La razón de dicha caída está justificada argumentalmente. Si de manera creíble o no, ese es otro tema (totalmente subjetivo). Lo interesante es observar cómo unieron el accidente con los conflictos internos de Alejandro. Cuando en el final Alejandro confiesa lo que confiesa frente a la puerta de Julia la obra alcanza la profundidad, la sensibilidad y la emoción indispensables para salir del cine con la sensación de que nos llevamos algo más que un simple pasatiempo. Gran monólogo, gran actuación de Peto. Entre tanta propuesta diversa que llueve semana a semana, la calidez y los toques de humor de Caída del cielo no pasan desapercibidos y la redimen de sus defectos.