Por caminos seguros
El film protagonizado por Muriel Santa Ana y Peto Menahem tenía todo para ser una aproximación intimista a la soledad y la desolación, pero elige ir por el camino seguro del clasicismo del género.
El clima invernal no alcanza a la comedia romántica nacional, que sigue atravesando una primavera gracias a títulos como Me casé con un boludo, Una noche de amor y, ahora, después de la polémica pública por la postergación de su estreno, Caída del cielo.
Aun cuando dura poco más de una hora y cuarto, hay varias películas dentro de este relato centrado en Julia (Muriel Santa Ana) y Alejandro (Peto Menahem), dos seres deprimidos que coquetean con el suicidio y terminarán conociéndose cuando ella caiga desde una terraza al patio del departamento de él.
En varias de las escenas de Alejandro solo en la casa se transluce la desolación de una vida sin sentido aparente, abriendo paso a un potencial film intimista. Por otro lado, las escenas de su trabajo como sonidista en una obra silente que incluye a Evita y al General Paz (?) invitan a un absurdo que muy pocas es explotado en su justa medida.
El principal problema de Caída del cielo es que el realizador Néstor Sánchez Sotelo (Testigos ocultos, Los nadies) elige quedarse con la más convencional, la más luminosa y menos atrapante de todas ellas: la de la historia romántica. Así, desechado el núcleo de tristeza y de comedia más pura, apenas queda ver cómo esos dos personajes, que de tan tontos se vuelven tiernos, se encaminan hacia el inevitable Happy Ending.