Amor que salva
La comedia romántica Caída del cielo (2015) plantea la historia de dos desconocidos que se ven por primera vez en una extraña situación. Protagonizada por Peto Menahem y Muriel Santa Ana, la película dirigida por Néstor Sánchez Sotelo logra algunos momentos efectivos, pero en su conjunto no lo es tanto.
Alejandro (Peto Menahem) está en la soledad de su departamento en planta baja, dispuesto a suicidarse, cuando su vecina Julia (Muriel Santa Ana) cae en su patio. La sorpresiva escena lo desorienta y lo aleja de su determinante decisión, dado que tiene que ocuparse de la mujer que está tirada en el suelo pidiéndole que llame a una ambulancia. Desde ese primer encuentro se desencadenan numerosas situaciones que acercan a los personajes, y consolidan una amistad que mutará en amor.
Lejos de los príncipes azules, Sánchez Sotelo lleva a la pantalla grande personajes comunes que se consideran “perdedores”. Sus vidas tienen algunos puntos en común y, precisamente, eso es lo que les permitirá salvarse. La línea argumental es sencilla, pero presenta cierta profundidad que quizás llame a la reflexión sobre aspectos como la soledad y la importancia de encontrarle un sentido a la existencia.
Caída del cielo le permite a Menahem mostrar su versatilidad actoral, ya que es el protagonista de la mayoría de las escenas, en las que manifiesta diferentes emociones. Santa Ana también aporta una gran interpretación acorde a la comicidad del film. Sin embargo, la química entre ellos no se surge tan naturalmente y en algunos momentos resulta forzada. Completan el elenco Sebastián Wainraich, Héctor Díaz y Karina K.
Vale destacar el trabajo de sonido realizado por Pablo Sala. Porque como Alejandro toca la batería, varias acciones son acompañadas por la ejecución de dicho instrumento de percusión. Ese efecto contó con la participación de Daniel “Pipi” Piazzolla, nieto del reconocido músico y compositor.
Buenas actuaciones y pinceladas de comedia conforman una película de la que se espera más por lo que plantea en su primera media hora. Pero se queda en esa expectativa: asegura un rato entretenido sin dejar demasiada huella.