Bienvenida la cada vez más frecuente visita del cine argentino a la comedia romántica, que ha dado muy buenas películas en el último tiempo. Esta vez, la premisa es disparatada: a un sonidista solitario y deprimido –el sólido Peto Menahem, capaz de hacer comedia y drama con naturalidad- le cae en el patio la vecina de arriba, Muriel Santa Ana, como caída del cielo.
La mujer, ahora con magullones, es también es un bicho raro, lleno de manías y fobias, con ochentoso maquillaje y vestuario. Una amistad a tropezones irá creciendo entre estos dos solitarios. Los personajes sostienen, y elevan, una comedia que por momentos parece caer en la receta probada.