"Calabozos y dragones: honor entre ladrones": aventuras con algo de spaghetti western
Aunque no hay ninguna novedad en la película, las fórmulas son usadas de manera apropiada, con un gran manejo del tempo y el ritmo.
Nueva adaptación del famoso juego de mesa, piedra basal del hoy vasto universo de los juegos de rol, Calabozos y dragones: honor entre ladrones resulta una sorpresa grata. Primero, porque el balance del subgénero de películas derivadas de juegos y juguetes sin dudas resulta negativo, ecuación que pone a esta del lado de las honrosas excepciones. Todo lo contrario de lo que ocurrió con la primera película realizada a partir del juego, estrenada sin gloria en 2000 con Jeremy Irons al frente del elenco. De estética medieval fantástica, repleta de personajes mágicos y criaturas míticas, entre las que sobresalen (pero no mucho) los dragones del título, la película evita algunos lastres que suelen cargar aquellas que transitan el relato épico: no se toma a sí misma demasiado en serio y evita la molesta solemnidad omnipresente en el género.
Ya la primera secuencia deja bien claro cuál será el tono que regirá la narración. Un orco es trasladado a una cárcel de alta seguridad del medioevo, donde todos están aterrados con su presencia, incluidos guardias y prisioneros. Pero la abominación es trasladada hasta una celda donde la esperan dos compañeros: un hombre joven que teje tirado en su catre y una mujer que come en silencio un trozo de carne mal asada. Sin inmutarse ni dejar de tejer, el tipo le da la bienvenida al nuevo inquilino, describiéndole de forma escueta las nulas comodidades del lugar. Pero el orco prefiere prestarle atención a lo que identifica como una hembra más con la que podrá saciar por la fuerza sus deseos más básicos. Sin embargo, después de relamerse en la cara de la chica, el urso acabará recibiendo de parte de ella una paliza express, cuya violencia no le impedirá seguir comiendo una vez terminada la faena. El truco de revelar potencia física en el personaje del que menos se la espera es viejo, pero acá funciona como si fuera la primera vez que se lo utiliza.
Esta última línea podría desempeñarse bien como resumen básico del resto de la película: aunque no hay ninguna novedad, las fórmulas son usadas de manera apropiada, con un gran manejo del tempo y el ritmo, y hallando siempre algún subterfugio que sirva para renovar su eficacia. La historia, por supuesto, es una mera excusa para poner en marcha los engranajes de la acción. Se trata de una película de aventuras con algo de spaghetti western, pero también de heist movie, donde un grupo de antihéroes, cada uno con una habilidad específica, debe colarse en una ciudad fortificada. El objetivo: robarse el botín que el malvado lord de turno y antiguo miembro de la banda piensa recaudar durante una serie de juegos que tendrán lugar en un coliseo de características también fantásticas.
Hay un detalle fundamental para hacer que la receta cuaje: sus protagonistas. Porque no alcanza con un guion sólido y eficaz, sino que es necesario dar con los intérpretes adecuados y ese es otro de los aciertos de esta nueva versión de Calabozos y dragones.
Por un lado está el enorme Hugh Grant, auténtico maestro contemporáneo en el arte de la comedia, pero también en el de componer villanos malísimos a los que es imposible detestar. También se destaca Michelle Rodríguez, especialista en interpretar a chicas duras, pero esta vez sumándole buenas dosis de humor a cara de piedra. Y lo más importante, Chris Pine, que ocupa simultáneamente los roles de cabeza de elenco y líder de esa banda de ladrones con todo para perder. Aunque tal vez se trata del menos popular de los cuatro Chris que en la actualidad se ubican en la cima de las estrellas de Hollywood (los otros tres son Evans, Hemsworth y Pratt), Pine vuelve a mostrar una gran capacidad para la comedia, donde se luce tanto en la faceta física como en la verbal. Así, es capaz de ejecutar con la misma gracia una pirueta torpe como de lanzar afilados one-liners para hacer que den ganas de acompañar a su personaje hasta el final de la aventura.