Una realización austera, un personaje donde las emociones se escapan, salvo en un epílogo sorprendente, una vida regida por sueños de fama y poder, apenas ocultos en sus aspiraciones de locutor y actor de anuncios publicitarios, en una Nueva York donde este inmigrante español se instala en una rutina alienante. Es un obrero de mudanzas en una empresa pequeña montada en un sótano, va a reuniones de un cura evangélico que le asegura que la felicidad esta al alcance de su mano si se entrega a un dios generoso que todo lo puede, y se presenta a castings donde siempre le prometen llamarlo. Pero en este film intenso, donde cada pieza encaja perfecta, comienzan a naturalizarle hechos sorprendentes, realizados con la limpieza y efectividad de una mente obsesiva y criminal que no mide ninguna consecuencia. Es tan anónimo en esa gran ciudad, que se siente impune, inalcanzable. La dirección de Carles Torrás, que hizo el guión con el protagonista, el efectivo y talentoso Martín Bacigalupo, apunta a un verdadero mecanismo de relojería que muestra un comportamiento terrible, con la mirada de un entomólogo que analiza a un insecto que lo fascina. Redonda, brutal, muy bien resuelta.