Callcenter

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

Sin sistema

En Callcenter, ópera prima de los realizadores Sergio Estilarte y Federico Velasco, ocurre lo mismo que cuando en un viaje largo el ómnibus o el tren se descomponen, y hay que esperar un auxilio que está como a 200 km. La “anormalidad” de la situación hace que las máscaras y la distancia empiecen a ceder, y si uno se descuida puede ser que durante la espera “se haya formado una pareja”, como decía Roberto Galán. Como esto es una película, esa posibilidad –que en la realidad no suele estar tan al alcance de la mano– no se vuelve tan remota. Sobre todo si ocurre, como en este caso, en el turno noche.

La presentación de los personajes hace temer la tipificación. Está la rubia deseable a la que el novio trae en auto al trabajo, tal vez cuidando la proximidad de algún tiburón. El mala onda que no saluda al seguridad del edificio. El colgado que no se acuerda de dónde puso el pase. El que se quiere hacer el vivo y en lugar de pasar por el molinete lo salta. Durante más o menos el primer tercio de película, los tipos se ratifican. La chica rubia es un desparramo de onda. El que no saludaba se mete con el trabajo de los demás, como si fuera el jefe. El colgado ya está cansado en cuanto se pone los auriculares. El aprovechado ni está en la sala de atención: está sentado en el pasillo, junto a las máquinas de café y bebidas. Constricciones de una producción estrecha, éste debe ser el callcenter más despoblado del mundo: la encargada + cinco empleados. Tres varones y dos chicas. El  universo humano se reduce.

Salvo el lamebotas, Sebastián (Alejandro Lifschitz), los demás se quejan del trabajo: Laura (Thelma Fardin), Dante (Demián Salomón), Caro, estratégicamente sentada a su lado (Vanina Balena), el díscolo Sebastián (Emiliano Addisi) y hasta la encargada, Carla (Silvina Diez). Por lo menos cuando el whisky le afloje la lengua. A la inversa de las películas más recientes de Alex de la Iglesia, donde en situaciones de encierro los personajes se van volviendo cada vez más crueles y más ruines, aquí a partir del momento en que se cae el sistema y hay que esperar a los técnicos, podría decirse que se va constituyendo un grupo, con algunos problemas específicos (el caso de Laura, que necesita una mano) y otros comunes: la edad, la definición vocacional, la indolencia, la postergación. Ahora no son ellos los que atienden, sino los que llaman en busca de ayuda. 

Debe decirse que un poco el casting y otro poco las actuaciones son excelentes, ayudando a compensar las limitaciones de producción y cierta tosquedad en la puesta en escena. Lo otro loable de Callcenter es la ausencia de estereotipos con que está representada la homosexualidad, tan naturalizada e integrada como en pocas películas argentinas recientes.