Calles de la memoria

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

Nuestro ayer por las veredas

El filme plantea un registro algo desordenado, por momentos caótico, en el que alumnos, docentes y vecinos de la ciudad opinan sobre una nueva forma de ‘registro’, que permite no olvidar parte de nuestra historia.

La cineasta, documentalista y antropóloga argentina Carmen Guarini (a la que la sala Leopoldo Lugones, del San Martín, además de exhibir esta película, le dedicará una muestra retrospectiva), invita, nuevamente, a repensar el pasado de la Argentina, durante los años de plomo.

EN LOS BARRIOS
A un grupo de estudiantes extranjeros, les propone un taller de cine sobre la memoria y los invita a la búsqueda, de aquellas calles de nuestra ciudad, en cuyas veredas, se encuentran baldosas, en las que están estampados los nombres, de hombres y mujeres desaparecidos.

Al comienzo de ‘Calles de la memoria’, una voz en off, dice que es llamativo que en una época en que se iniciaron los juicios a los causantes de las desapariciones, la ciudad recuerde los nombres de las víctimas a través de una serie de baldosas, ubicadas en veredas de distintos barrios, entre ellos, San Telmo (Escuela Otto Krause, Paseo Colón 650), Congreso (Ateneo de la Juventud, en Riobamba 165), Once y Almagro.

El filme plantea un registro algo desordenado, por momentos caótico, en el que alumnos, docentes y vecinos de la ciudad opinan sobre esta nueva forma de ‘registro’, que permite no olvidar parte de nuestra historia.

LOS ESTUDIANTES
Lo que se dice y muestra resulta interesante, porque saca a la luz, la presencia de esas ‘baldosas’, que en su mayoría se pisan diariamente, sin saber bien qué significado adquieren para el hombre común.

A la reflexión de una estudiante chilena, que luego del taller, dice que llevará la propuesta a su país, para que se haga lo mismo; o la visión de una joven brasilera, que se entera del valor que tiene esa baldosa ubicada en la puerta de la casa en la que vive con sus padres, en Almagro, se suman las voces de varias generaciones de porteños, a los que esos nombres impresos le resultan indiferentes, o le parecen una forma positiva de no olvidar el pasado.

‘Calles de la memoria’, también da cuenta de una cantidad de jóvenes y personas anónimas de escuelas, instituciones, o empresas privadas, que se dedican a hacer las baldosas y hasta a limpiarlas. A esto lon asumen los porteros de las viviendas, en cuyas veredas se ubicaron estas coloridas baldosas, con el nombre de una persona que sufrió aquella época incomprensible para la Argentina.

Al terminar la película, nuevamente una voz en off, señala que el registro de las baldosas, es sólo una excusa para que la memoria se mantenga viva.