Mi futuro me condena
El prólogo es tan fuerte que el espectador solo podria plantearse el asunto en clave de comedia negra, pero comedia al fin. Pero salvo los diálogos irónicos que van y vienen, no hay mucha comedia en este oscurísimo drama religioso-existencialista, que usa y abusa del talento de su protagonista, Brendan Gleeson, de principio a fin.
Ese prólogo es un largo primer plano del protagonista, un cura católico irlandés en el confesionario, que recibe una amenaza de muerte de un feligrés abusado sexualmente durante años por otro sacerdote ya difunto, y decidido a desquitarse con un buen hombre de Dios. Inclusive el asesino en potencia le da tiempo a su víctima para que ponga sus asuntos en paz.
Está claro que el protagonista sabe quién lo amenaza, pero dado que el espectador lo ignora, y teniendo en cuenta que en esos parajes irlandeses casi todo el mundo tiene conflictos más bien serios, "Calvario" por momentos funciona como un extrañísimo thriller donde cada nueva escena puede dar una pista acerca de la identidad del asesino. Sólo que, por otro lado, el sacerdote también se toma en serio eso de de dejar sus cosas resueltas, con el aporte especial de la llegada de su hija que no supo cortarse las venas correctamente la presencia de la hija de un cura católico está perfectamente explicada en el guión.
Nunca una película fue titulada mejor: "Calvario" es un terrible drama lleno de gags que no hacen reír, no por que no sean buenos, sino porque se aplican de modo literal a las intensas situaciones que plantea el argumento, tipo: "Padre, su iglesia esta en llamas".
En su segunda película, el director de la negrísima y disparatada comedia policial "El guardia" (con Gleeson acompañado por Don Cheadle y Mark Strong), se anima a explorar temas realmente ásperos, que no suelen aparecer en ningun film. "Calvario", además, incluye una sorprendente aparición de un gran actor como M. Emmet Walsh ("SImplemente sangre").