Dolor lo que sangra
“Probé semen por primera vez a los siete años”, dice en el confesionario de una iglesia un hombre fuera de campo. El rostro del padre James (Brendan Gleeson), en primer plano, absorbe la confesión con sorpresa, disgusto y sentido del deber. Y después agrega: “Como frase de apertura es bastante buena”. La escena es extraordinaria. Es la primera, anterior a los títulos, y ya demuestra las virtudes de la película: buenos diálogos, un humor irónico finísimo, y el buceo en temas oscuros.
También hay algo de autoconciencia. El comentario del cura sin dudas es el comentario del espectador: “Como frase de apertura es bastante buena”. Y lo que sigue es mejor: el confesor relata que fue violado por un cura cuando era chico y que ahora llegó el momento de la venganza. Quiere matar al padre James, aunque sabe que es inocente, no importa, su objetivo es matarlo el próximo domingo.
La película es Calvario, de John Michael McDonagh, y retrata justamente eso: el calvario del padre James, la última semana de su vida. Sacerdote de un pequeño pueblo irlandés, está enfrentado al Mal, al pecado de otro cura que en algún momento abusó de un niño. Y ese niño volvió, ahora mayor, para matarlo.
Edificio Alas
Después de la amenaza del desconocido abusado, la película va avanzando día por día, capítulo a capítulo, lunes, martes, miércoles, hasta llegar al final previsible. Y abre el juego retratando un pequeño mundo, aquel pueblo repleto de pecadores.
El guión toma una decisión inteligente: el padre James tiene una hija, estuvo casado y cuando su mujer murió se hizo cura. Eso explica que sea un tipo comprensivo y cercano a nosotros, a los pecadores. El cura recorre a los distintos personajes del pueblo: un moribundo que se quiere suicidar, una adúltera que disfruta del sexo sadomaso, un detective de policía homosexual que requiere los servicios de un taxi boy extravagante.
La historia avanza en escenas sueltas, con cierto humor seco y por momentos algo de gravedad -los peores momentos-. El padre James se ve enfrentado a los pecadores de su pueblo con la espada de Damocles que lo espera al final de la semana.
Calvario es una película -como se habrán dado cuenta- sumamente religiosa. Y aunque un abuso sexual por parte de un cura ponga a la Iglesia en la picota, lo cierto es que el hecho de que el protagonista sea el padre James hace que la Iglesia o al menos el catolicismo pueda ser observado desde afuera, comprensivamente.
Soy judío, pero antes que eso soy ateo. Ni siquiera soy ateo: la religión me resbala. Y Calavary, una película religiosa, logró introducirme en la lógica católica gracias a su protagonista y al guión.
Después están los momentos exagerados, caricaturescos, algo graves. McDonagh y Gleeson logran llevar adelante la película la mayor parte del tiempo pero por instantes resbalan y la música o ciertas elecciones estéticas cerca del final llevan al filme más para el lado de la solemnidad que del humor. Es una opción complicada y es cierto que la película no es una comedia, pero es muy evidente todo lo que pierde cuando se pone grave.
Aún así, es inteligente e interesante, aún para los que no somos religiosos y mucho menos cristianos.