La dureza del paisaje de Irlanda acompaña al personaje principal de “Calvario” (Irlanda, 2014), un cura al que una confesión inesperada lo hará debatirse entre el deber de la fe y sus miserias personales, expuestas por cada uno de los habitantes del lugar.
Cumpliendo con su tarea habitual un extraño se acerca al confesionario del padre James (Brendan Gleeson) y le revela un profundo secreto del pasado que aún lo aqueja.
El Padre no tiene palabras para decirle, por lo que recibe una amenaza sobre la que deberá temer. A partir de ese momento John Michael McDonagh construye un relato paralelo, uno sobre la conjetura acerca de la autoría de la sentencia de muerte que le acaban de dar, sobre cada uno de los personajes que se presentan, y otra sobre el debate moral que aqueja a James a partir de la amenaza.
También hay un tratamiento tangencial sobre la sombra que amenaza siempre a la religión y es aquella idea relacionada a la pedofilia y el abuso infantil por parte de los curas. Este tema no sólo es trabajado desde la confesión del misterioso pecador, sino que también a lo largo del metraje con escenas claves que refuerzan el sentido de denuncia necesaria de “Calvario”.
“No alcanza con que muera un mal cura” le indican en el confesionario al padre, y el sabe que en esas palabras se esconde un trasfondo que trasciende su posición sobre la culpabilidad o no relacionada con el hecho de los abusos cometidos por la Iglesia.
El padre James está representado desde un lugar más cercano a la debacle que a la gloria, y a pesar de la investidura, el hecho de la amenaza sobre su vida le hace reflexionar sobre sí mismo, su pasado, sus temores y sus vicios.
La naturaleza enmarca la historia y a su vez determina el límite de los protagonistas y actantes, que aun siendo, como en el caso de James, cercano a la fe, resalta su mortalidad y también el límite sobre el cual se construye la relación de este con los demás. James no tiene miedo de morir, el misterioso amenazador le dice que le da una semana para que pueda cerrar sus asuntos, pero él no tiene más que sincerarse consigo mismo para poder así enfrentarse a la verdad que lo acecha.
Los planos aéreos y la música de cámara además dotan de cierta aura mística a un filme que, si bien reflexiona sobre la condición humana y la fe, no deja de ser un filme de género, duro y oscura, con personajes toscos, parcos y con pocas palabras.
El mayor hallazgo de “Calvario” es su protagonista, enorme y ajustado Brendan Gleeson, apoyado a su vez en buenas actuaciones secundarias que profundizan la compleja trama psicológica de la propuesta, en la que nada ni nadie está libre de ser objeto de sospecha.