Si alguien entendió cómo dar nueva vida al melodrama fue Pedro Almodóvar. No fue fácil hacer su camino -desde el kitsch ochentoso hasta el clasicismo depurado de sus últimas películas-, pero aún es más difícil imitarlo. Calzones rotos, revancha de mujeres, coproducción argentino-chilena dirigida por Arnaldo Valsecchi, intenta, sin demasiada suerte, seguir ese recorrido con cierta autonomía, anclando su universo en los años 50, en un aristocrático suburbio chileno donde una familia pone a prueba sus secretos y lealtades.
Pese a las buenas intenciones, aun desde la parodia el melodrama necesita fuerza y convicción, no una serie de tópicos desangelados actuados con desgano y afectación. La puesta de Valsecchi nunca se anima a lo excesivo. Las mejores escenas vibran gracias al uso de algunos espacios, como las estatuas del jardín que parecen mudas espectadoras de los enredos familiares, y otras gracias a los ecos almodovarianos, como en el justo homenaje al bolero "Espérame en el cielo", de Matador, que todavía resuena entre las glorias del género.