Un hombre en crisis se cruza con un adolescente con cáncer y aprende a vivir. Que los actores lo hagan bien, que la historia se base en un caso real, que el realizador intente por todos los medios posibles volvernos simpática y emotiva una situación tan límite y desigual es lo de menos. Lo peor de la película es su acumulación casi increíble de lugares comunes, de trivialidades absolutas. El mecanismo de desviar con un chiste cualquier momento posiblemente trágico se repite ad náuseam. Ya sabe, es lo que teme sin la menor duda.