Camila es retobada, desafiante: está en pleno motín existencial contra su madre y las momias de la sociedad. Su nuevo colegio -religioso- le impone sus políticas reglas antipolíticas, sus compañeres hacen el resto: la escuela se transforma en un territorio hostil, donde las sugerencias tienen tono de amenaza, el maquillaje para las chicas es casi parte del uniforme y un pañuelo verde es considerado una provocación.