A partir de una miniserie que produjo en 1999 y combinó espectaculares locaciones reales con dinosaurios generados por computadoras, la BBC decidió asociarse a la compañía de efectos visuales digitales australiana Animal Logic para llevar al cine una apuesta que había funcionado muy bien en el terreno de la TV.
Narrada por el prestigioso actor y director británico Kenneth Branagh, la serie documental fue un suceso: premiada por el British Film Institute y ganadora de tres Emmy, fue rápidamente programada en los Estados Unidos por Discovery (con la voz de Avery Brooks reemplazando a la de Branagh) y cosechó gran cantidad de elogios.
La película llega unos cuantos años más tarde, a partir de la necesidad imperiosa de historias para la pantalla grande que ha generado el 3D, uno de los últimos refugios donde el cine comercial tradicional puede acomodarse para no ser devorado por las nuevas plataformas. Cuestiones de negocio aparte, la película narra el derrotero vital de Patch, un joven paquirrinosaurio que debe lidiar con sus limitaciones físicas para enfrentar los diversos enemigos que lo acechan y también los bruscos cambios del medio ambiente, antes de imponerse como líder de la manada, un rol que es tradición en su familia. A lo largo de ese trayecto -el de la construcción de un héroe de la ficción de aventuras tradicional- Patch se enfrentará a su propio hermano, vivirá una cándida historia de amor y tendrá un contacto fluido y persistente con la muerte, una de las líneas más osadas de un guión más bien prototípico escrito por John Collee ( Happy Feet ).
Filmada con un presupuesto importante (80 millones de dólares) en imponentes escenarios reales de Alaska y Australia, la película se las arregla bastante bien para ofrecer un menú de información básica sobre la vida de los dinosaurios durante la era mesozoica traficado con astucia en el marco de una historia entretenida y con varios picos dramáticos, que ayudan a preservar el interés sobre un tema que ha sido transitado desde varias perspectivas. Es probable que su impacto educativo esté más apoyado en la ética de los personajes de la ficción que propone que en la información puramente técnica que pone en circulación.