Sin dudas “Jurassic Park” (1993) ha potenciado el mundo de los dinosaurios a límites que ni el más optimista de los paleontólogos podía imaginar. Y lo ha potenciado con creces al tratarse de los niños. Unos años antes ya Steven Spielberg había tanteado los bolsillos con el estreno de “Pie pequeño en busca del valle encantado” (1988). El éxito fue rotundo con esta historia de un brontosaurio y un triceratops que se perdían huyendo de un tiranosaurio mientras sus progenitores migraban a otras tierras. La Disney tomó la posta con “Dinosaurio” (2000), que contaba casi la misma historia en el contexto de la famosa teoría de la lluvia de meteoritos, mientras que los Blue Sky Studios llegarían a romper taquillas con la franquicia de “La era del hielo” (2002 – 2012), cuya quinta parte está prevista para 2016. Siempre con historias enmarcadas en la época en la que el planeta estaba “acomodándose las vértebras”.
Si de algo sirvió la tecnología (en especial la de Jurassic) a los efectos educativos, fue a la generación de series documentales en las cuales podemos ver la vida del mamut de igual forma que la del antílope. En este “estilo” se ubicaría “Caminando con dinosaurios”.
La introducción es en el presente. Un padre y sus dos hijos se meten en un bosque en Alaska para buscar fósiles, muy a pesar del hijo mayor quién preferiría andar en skate antes de aburrirse así. El padre intenta persuadirlo mostrándole un diente de Gorgosaurio, el que finalmente queda sobre el capó de la camioneta. Al pibe se le aparece un cuervo que empieza una perorata sobre el diente. “Cada hueso tiene una historia”, dice.
Elipsis.
Ahora estamos 70 millones de años atrás con la voz del cuervo (toma la forma de su antepasado prehistórico, un alexornis) presentándonos a Patchi, un pachyrhinosaurus protagonista de la historia que luego de varias idas y venidas lo tendrá como el héroe encargado de salvar el día.
Al igual que la Disney hizo con dos o tres productos en los cuales a partir de imágenes claramente documentales se construía una historia básica y archiconocida con actores, poniéndoles voces a los animales (creando los buenos, los malos, etc.). “Caminando con dinosaurios” va por el mismo sendero. Ya de por sí resulta raro escuchar voces proviniendo de bocas que nunca se mueven, si a eso le agregamos falta de hegemonía en la calidad de las actuaciones vocales y una historia que por básica se vuelve predecible, estamos frente a una película sostenida merced al prodigio tecnológico que nos sume en la prehistoria con imágenes y recreaciones pocas veces vistas. Pero en todo caso, dichas imágenes podrían estar mejor aprovechadas en función de lo educativo, si se eligiera la forma convencional con texto narrado. Es cierto, también es una dinámica sencilla, hasta remanida si se quiere, pero más honesta. Si a esta producción le sacáramos todos los diálogos sería un documental para tele, hecho y derecho.
La decisión es claramente de la gente que puso la plata. No es un problema de Barry Cook, el director de la divertidísima “Operación Regalo” (2011), porque su trabajo es correcto en cuanto al armado del relato. Podría achacársele el hecho de detener las imágenes de los animales para poner un sobreimpreso con el nombre científico de cada especie en tanto, ¿qué posibilidad tienen los chicos (o los grandes) de acordarse de ese dato?
“Caminando con dinosaurios” alcanza, básicamente, a entretener a los chicos de entre siete y once años, para quienes serán los que se lleven la mejor parte.