Algo más extinto
A los chicos el universo de los dinosaurios les fascina, les atrae y los incita a aprender más y más.
Caminado con dinosaurios se propone acercarlos casi como un juego, con una aventura en la que los protagonistas hablan cual ventrílocuos y hacen chistes, sufren y se aman, se pelean y se amigan.
Uno de los cráteres en los que cae la película es que ambiciona en buena ley ser instructiva o educativa, y por momentos termina siendo como Dora la exploradora. Y cual meteorito a la vista, cuando los diálogos procuran ser graciosos, muchas de las bromas son más prehistóricas que los mismos dinosaurios.
Patchi -qué nombre- es un Pachyrhinosaurus, un pariente cercano del más popular Triceratops, un hervíboro que vive a la sombra de su hermano, con el que se lleva no a las patadas, pero casi a las corneadas -tenían protuberancias, no cuernos-, y que se enamora de pequeño. Los dinos deben emigrar para conseguir comida y no congelarse, y emprenden una travesía, que es la que la película basada en una serie homónima de la cadena televisiva británica BBC- sigue, “caminando” con estos animales que poblaron la Tierra hace, día más, semana menos, 70 millones de años.
Hay salvedades que ciertamente se comprenden: los dinosaurios no tenían músculos en sus rostros, por lo que es imposible que Patchi exprese sus emociones como lo hace, pero en andas del relato (prehistórico), todo se disculpa.
Nadie pide rigor paleontológico, como así tampoco cantidad de flatulencias, popó y una trama tan lineal. Es que así el filme se restringe a los chicos más pequeños, que pueden reírse, claro, de cualquier cosa. El tono de las voces es tan pueril como el uso del 3D: podría o no estar rodada en tres dimensiones.
Una curiosidad: Barry Cook, uno de los codirectores, había codirigido Mulan. Ciertamente, toda una rareza, porque aquí cuando a la media hora de la proyección lo anodino se apropia, y se queda, no hay pochoclo que alcance.