Nuevamente Liam Neeson regresa con un personaje hecho a su medida: Matt Scudder, un ex-policía de la ciudad de Nueva York de los años 90 que trabaja como detective privado sin licencia y es convocado por un traficante (Dan Stevens) para atrapar a los hombres que secuestraron y asesinaron a su esposa.
Basada en la exitosa serie de novelas de misterio de Lawrence Block, la película coloca al personaje en el ojo de la tormenta (con menor suerte que en Búsqueda implacable) cuando acepta a regañadientes la misión que lo conducirá a una serie de extraños secuestros seguidos de muerte.
Con un tono oscuro, Scott Frank (The Lookout) cruza a Scudder con personajes extraños que están conectados con el caso, una pareja sádica que estudia cuidadosamente a sus víctimas, un empleado del cementerio que sabe más de lo que dice y un joven de la calle al que alecciona y acepta como ayudante.
Con escenas similares a las de la reciente El justiciero (Scudder en el bar como centro de operaciones), el relato juega con el límite borroso entre el Bien y el Mal: el protagonista arrastra un conflicto del pasado y es un ex-alcohólico en recuperación que combate su adicción mientras acepta algunos "regalos" que le permiten seguir viviendo.
El film dispara la acción al comienzo y luego atraviesa una zona oscura en la que la intriga se disipa y el suspenso desaparece, para retomar en el tramo final una atmósfera más cercana al terror que le rinde homenaje al título del film.