Salve, oh Liam Neeson, héroe de acción y suspenso que nos provee, a quienes empezamos a encaminarnos hacia los cincuenta, la esperanza de ser siempre jóvenes, paliza mediante. El hombre que fue Schindler es uno de los números puestos del cine policial violento (al lado de Denzel Washington, o del eterno Bruce Willis) y aquí, según el artesano con algunos vicios televisivos Scott Frank –siempre más un guionista que un cineasta, aunque en este film cumple– es uno de esos investigadores que ya están de vuelta, más o menos obligado a ayudar a un traficante de heroína a encontrar a una banda de asesinos. Y como pasa con estos viejos gruñones, mantiene la moral en alto y, en el fondo, el corazón de peluche. Ahí va, don Liam, a patear traseros y encontrar asesinos, poniendo su vida en juego. Salve, oh Liam Neeson, por hacernos creer hasta el lugar común más repetido.