Ecos diferentes de la guerra
El lazo que une a un padre con sus hijos es de los sentimientos más fuertes y puros que movilizan al ser humano. Camino a Estambul (The Water Diviner) es una historia de amor que trasciende cualquier frontera política, moral y hasta el falso patriotismo histórico. Russell Crowe, en su primer desafío como director, con un argumento sólido y bien orquestado, toma una historia verídica promovida por un móvil de familia y sacrificio.
El granjero australiano Joshua Connor (Russell Crowe), viaja cuatro años después de la primera guerra mundial a Galípoli, Turquía, para buscar a sus hijos, o lo que la guerra dejó de ellos. En su afán desesperado para encontrarlos y llevarlos a casa, une fuerzas con el Comandante rival turco Hasan (Yilmaz Erdogan), quien estuvo al frente de mando en la batalla donde tuvo las últimas noticias de ellos. Connor carga en todo el film con un dolor del cual no le es propio a él sino a sus gobernantes y políticos: la presión de la culpa por no guiar a sus hijos en la adultez, gracias a que la guerra les quitó su futuro. Solamente se permite sanar a medida que va conociendo a Ayshe (Olga Kurylenko), con su hijo Orhan, quien es la propietaria del hotel donde se hospeda en su travesía por saber la verdad sobre el destino de sus chicos.
Con un argumento fuerte y emocionante, Crowe cambia el espíritu desolador que lleva las consecuencias de la guerra por otro donde el perdón y el fraternalismo entre pueblos existe. Más allá de un dialecto o cultura distinta, todos son seres humanos: padres. Así es su relación con Hasan, en quien encuentra un confidente y hasta un amigo que resulta clave para develar el paradero de los jóvenes.
Filmada en su totalidad en Australia, Camino a Estambul cuenta con una ambientación determinante para hacer sentir al espectador como si caminara hacia una tormenta de arena o pudiera percibir el calor a flor de piel en las locaciones casi desérticas de la Turquía rural. La fotografía acompaña en su plenitud a Crowe por influenciarse en las emociones que transmite el reparto como también cada escenario del film, con las historias que emergen de cada uno. No se trata de una película simplista que habla sobre el dolor de un padre por la pérdida de sus hijos en batalla. Es una crítica de las carencias egoístas que emana el ser humano, donde la política y la economía son los únicos beneficiarios y los que mueren son siempre los mismos, una y otra vez.