Las dos caras de una misma moneda El carismático Will Smith aparece de nuevo en la gran pantalla luego de una gran interpretación como El Genio en Aladdin (2019), en esta ocasión interpretando a Henry Brogan, un asesino de élite a punto de retirarse después de muchos años jalando el gatillo. Sin embargo, salirse del juego no será tan fácil para Brogan cuando múltiples secretos estén cerca de salir a luz y él sea uno de los cabos sueltos. Para hablar de Proyecto Géminis, primero debemos mencionar el trabajo de David Benioff, Billy Ray y compañía detrás del guion: tanto en su desarrollo como en la narrativa de su historia, la película nunca hace pie ni se toma el tiempo de explicar distintos hechos y factores que la impulsan. Cada decisión, traslado de locación o hasta motivación de los personajes parece demasiado casual para que avance el film sin resolver de manera orgánica, natural o fluida estas convergencias. Ni su misterio, sorpresa o intento de suspenso alcanzan un nivel aceptable para persuadir al espectador de tomar en serio esta historia. Una película que Ang Lee nunca logra otorgarle algo más que la superficialidad a cada reflexión de Smith sobre la vida, el futuro y sus errores. Proyecto Géminis también tambalea en su aspecto técnico y gráfico: el abuso de CGI deja en evidencia las escenas de acción y persecución entre el personaje principal y su doppelganger. Su previsiblidad y la forma en queda expuesto este uso reiterativo de escenas por computadora tiende a romper ese acuerdo tácito con el espectador. Su caso más evidente ocurre cerca del fin de la película cuando es indisimulable un joven Will Smith. La correcta recreación digital de un personaje es tan dificultoso que le costó a una franquicia como Star Wars muchísimo tiempo y dinero con la Princesa Leia y Grand Moff Tarkin, con apenas unos minutos en pantalla. Bajo esta comparativa, el trabajo digital de Proyecto Géminis está muy por debajo de lo que podía esperarse, llegando a decepcionar. Clive Owen también corre la misma suerte que los demás protagonistas de esta historia: caricaturesco hasta lo absurdo, con diálogos carentes de profundidad y desarrollo. Proyecto Géminis es una película que trata de justificar la acción y la apuesta sobre este doble Will Smith pero sin ningún sustento desde su guion, ni siquiera con efectos que ayuden a ser más decoroso su desarrollo. Su ausente y absurdo guion arrastró a una historia interesante en el planteo inicial con su perspectiva político-militar, a terminar siendo una caricatura o, simplemente, una proyección de lo que podría haber sido y no fue. Por Alan Schenone.
Reinventarse es parte del proceso Cuando se creía que Toy Story (1995) había llegado a su conclusión con una última parte de su trilogía lanzada en 2010, Woody y Buzz vuelven a la pantalla grande en una suerte de epílogo para la historia de nuestros juguetes favoritos. Después de haberse despedido de Andy, la pandilla de juguetes continúa acompañando a Bonnie en su crecimiento. Así Toy Story 4 (2019) se focaliza en ver más allá de la imagen principal y va a las segundas oportunidades y otro punto de vista de sus propias vivencias y experiencias. Toy Story es un momento de redescubrimiento: la búsqueda interna de cada uno en relación a su proposito y objetivo en la vida. Una búsqueda que a medida que los años pasan, puede -y debe- ir mutando con el crecimiento. Tanto Toy Story como los mismos personajes deben reinventarse nutriéndose de nuevos actores secundarios en esta historia pero tomando como base a los propios y más antiguos. En este foco entra Bo Peep, la pastorcita que vuelve a escena después de ser ignorada en la anterior entrega. Por otro lado, Pixar entendió el cambio de paradigma que hace años está replanteando el lugar de la mujer y rescató a Bo Peep para presentarla como un personaje independiente, fuerte y único. No necesita frases hechas o forzadas para tomar postura ya que el desarrollo de Peep se comprende con fundamentos y acciones correctas en su realización. Narrativamente Pixar sigue dejando con la vara más alta a la saga que lo puso en boca de todos hace ya más de 20 años. Sin tanta pretensión de buscar un final y cierre -como se presentó la tercera parte- Toy Story 4 entretiene de principio a fin tomando como base a los nuevos personajes secundarios. Una película que nutre el universo de Andy y Bonnie mostrando por primera vez adultos en la escena como también la creación de juguetes por parte de los niños. Además, Toy Story planta esta idea de nacimiento, inclusión y acompañamiento en los primeros momentos, en este caso, con Forky. Toy Story 4 no necesita caer en lugares comunes ni golpes bajo para generar emoción o atrapar al espectador con su historia. La esencia de Toy Story es lo que la hace tan única e inigualable al resto de las películas del género. Más allá de nuevos personajes, historias o conclusiones, siempre la diversión, el humor y la creatividad para acompañar a estos juguetes en cada momento de sus vidas- y las nuestras- hacen de Toy Story un fenómeno único y empatico para todos. Es un film para los niños que crecieron y ya son adultos con otras responsabilidades y también para los más nuevos espectadores que se ríen y divierten con las ocurrencias y aventuras de Woody, Buzz y cada uno de los integrantes que hacen de Toy Story una película entrañable. Tal vez, solo tal vez, Toy Story 4 sea el epílogo sustancial para decir adiós de una vez a estos juguetes que hace más de 20 años lograron emocionar al público. Un «tal vez» porque con Woody y Buzz nunca se sabe…
El final es parte del viaje Todo viaje tiene su final y el cine es un buen lugar para desarrollar todo este trayecto. De esta forma, Iron Man (2008) con Robert Downey Jr. imponía condiciones en el comienzo de una era en la cual gran parte de la audiencia colmaba las salas por ver a superhéroes en pantalla. Una fórmula del éxito, producida por Marvel Studios en conjunto con Disney, que atrapó al espectador promedio y lo llevó, poco a poco, a este nuevo universo cinematográfico. Un producto claro en sus marcas de fabricación realizado con acción, comedia, drama y grandes toques de humor. Así, Marvel Studios comenzó una era que diez años después y con más de dos decenas de películas, llega a su conclusión. Años en los cuales el desarrollo de cada uno de estos personajes acompañó, en menor o mayor caso, al espectador. En Avengers: Infinity War (2018), la antesala a esta resolución, se terminaron de construir los últimos puentes para un camino que en este punto, comenzaba su final. De la mano de Anthony Russo y Joe Russo, responsables de los films de mayor valoración tanto para la crítica como los fans como fueron Captain America: Winter Solider (2014), Captain America: Civil War (2016) y la propia Infinity War, Avengers emprendía su última gran proeza para marcar un hito en el género, como así también se lograra en The Avengers (2012). Analizar Avengers: Endgame (2019) únicamente como una película sin tomar en cuenta el marco en el cual se reproduce es perderse parte del carre de fotografías. Endgame es la conclusión de los arcos argumentales que los héroes fueron construyeron a lo largo de los films, tanto individuales como colectivos. Endgame se focalizó en los sobrevivientes a Thanos (Josh Brolin) y su locura, profundizando en los Vengadores fundadores. En la construcción narrativa y argumental, la película se basa en el fracaso y cómo cada uno de ellos decide sobrellevarlo. Un lugar incómodo y desconocido para los personajes, colmados de remordimientos y culpa. En este costado dramático los Russo nos sitúan desde la primera escena de la película. Un lugar hasta incómodo para el espectador ya que en estos diez años jamás se llevó a los personajes a este extremo. Con una duración de tres horas, los hermanos Russo se tomaron su tiempo para terminar de desarrollar el arco de cada uno de estos personajes. Robert Downey Jr., Chris Evans, Chris Hemsworth, Scarlett Johansson, Mark Ruffalo y Jeremy Renner llevan al extremo a sus personajes para un épica conclusión y despedida según el caso de cada uno. Avengers: Endgame se desarrolla bajo un buen pulso aunque, en cierto momento de la película, decae por estas licencias que se tomaron los directores al enfatizar este camino final del héroe y su desenlace. A su vez, distintas situaciones se sintieron forzadas para rindir tributo al fan y quedan expuestas en la película. Sin embargo, por el carisma de cada uno de ellos, se vuelve llevadero y empatiza con estos cameos, situaciones vistas en otras películas o diálogos claves y conocidos. Endgame es un repaso por este basto universo de diez años. Entre la emoción, el dramatísmo y el clarísimo humor al mejor modo Marvel Studios, Endgame pasa por los lugares comunes pero termina por cerrar el clásico camino del héroe con gran parte de sus personajes. A tal punto, los Russo aprendieron a no mostrar más que la esencia del film en sus trailer para dejar lo mejor de la película sin descubrir hasta pisar la sala. Nadie está preparado para la envergadura que conlleva una adiós de estas dimensiones y la película misma lo deja bien en claro: una jugada audaz por parte de los productores y los directores al proponer un marco de lo más inesperado y sorprendente, seas fanático o no de esta saga. Nadie está preparado para despedir a personajes tan carismáticos después de diez años, pero los Russo con Kevin Fage -director de MS- a la cabeza, decidieron soltarlos a tiempo. No obstante, Marvel Studios ya dejó ver parte del terreno a futuro pero sin dar una idea del todo clara con lo que va a venir después de Endgame. Hasta la decisión de no tener una escena post-créditos, -una marca característica que empezó a implementar a gran escala Marvel- no aparece en Endgame. Sería ilógico pensar que podría aparecer cuando ya no hay nada más para contar, por lo menos, de este ciclo de películas bajo el nombre de Vengadores.
Tuvieron que pasar diez años y más de veinte películas para que finalmente llegara un largometraje de Marvel protagonizado por una mujer. Capitana Marvel (2019) carga injustamente con responsabilidades que no debían de atribuirle pero, dado el contexto social y político, éstas se vuelven reales y existenciales. ¿Carol Danvers estará a la altura de las circunstancias? ¿Cumplirá con la embestidura que tanto el estudio como la prensa trató de atribuirle? Título original: Captain Marvel Año: 2019 Duración: 125 min. País: Estados Unidos Dirección: Anna Boden, Ryan Fleck Guión: Anna Boden, Ryan Fleck Música: Pinar Toprak Fotografía: Ben Davis Reparto: Brie Larson, Samuel L. Jackson, Jude Law, Ben Mendelsohn, Gemma Chan, Annette Bening, Lee Pace, Mckenna Grace, Clark Gregg Productora: Marvel Studios Distribuidora: Disney Fecha de estreno: 7 de marzo de 2019 Una mochila demasiado pesada Para ubicarnos en lo que refiere al Universo Cinematográfico de Marvel, la película se sitúa en los ‘90 siendo una precuela para casi todas las películas del universo expandido, salvo Capitán América: El primer Vengador (2011). Así, el enfoque pasa por caer otra vez en la emoción relacionada a la nostalgia, ya en este punto oxidada debido al uso recurrente de la misma para generar empatía con el espectador. En su desarrollo narrativo, Capitana Marvel continúa con la formula Marvel de introducir y presentar a sus personajes desde una perspectiva cómica, humorística con algunos tintes de acción y drama. Sin embargo, el film carece de innovación y no genera complicidad. De Carol Danvers se esperaba que cumpla con el rol de lo que significa la mujer en esta nueva era feminista y luchadora: un símbolo, una actitud y posición que justifique el lugar que tanto el público como la prensa esperaba. Simplemente, la película no pasó de ser otra más en la nómina de Marvel Studios, dejando a un personaje mucho más simple, superficial y poco tridimensional. Tal vez tal expectativa le jugó en contra a la película y lo que necesitaba representar. Sin embargo, Brie Larsson no logró generar el carisma que necesita un personaje tan importante tanto en los cómics como ahora también lo será en las películas. En este punto en conflicto se destaca aún más la labor de Samuel L. Jackson como un Nick Fury más inocente, infantil, diferente al que conocimos en las primeras películas de Iron Man (2008) y Los Vengadores (2012). Por su parte, Jude Law cumple a la perfección con su rol aunque resulta evidente su accionar. En el giro del conflicto y su resolución ocurre un punto grave y complicado de Capitana Marvel: sin caer en spoilers, la idea argumentativa tanto para ambas razas –skrull y kree– queda a mitad de camino. Por un lado, cambia el paradigma en relación a lo que se conocía en los cómics sobre los skrulls y por el otro, no termina de justificar y desarrollar una especie tan diferente y especial como lo son los kree, cayendo en banalidades y desarrollos bidimensionales. Capitana Marvel entretiene pero la visión de la directora Anna Boden (Mississippi Grind) termina siendo redundante por una fórmula ya agotada, después de 10 años. Desde su producción, no hay ningún punto para atribuirle que genere algo diferente a lo ya visto en películas del género. Ni siquiera aporta algo realmente validero al MCU, llegando a forzar los diferentes guiños y detalles. Capitana Marvel termina en lugares comunes, frases vacías con poca profundidad para lo que se esperaba de ella. Capitana Marvel es una película más, común al resto y olvidable de cara al futuro. Sin embargo, las responsabilidades que cargaron al personaje, la película y la protagonista terminaron por pasarle factura a un film modesto, sin carisma ni brillo.
El mito se hizo realidad En una época marcada por lo vintage, donde lo pasado vuelve a tomar relevancia llegando a los primeros planos, Dragon Ball no podía dejar pasar la oportunidad y lanzó en 2013 Dragon Ball Z: La Batalla de los dioses, una nueva película que continuaba con la historia que había terminado tras Dragon Ball Z -sacando del canon oficial a GT-. Tras la buena recepción de la vuelta de Dragon Ball a las pantallas, se dio rienda suelta a una serie de televisión que corrió la misma suerte y así llegó Dragon Ball Z: la resurrección de Freezer (2015) la segunda película que siguió la corriente del nuevo DB pero sin proponer algo nuevo, tanto en la animación como su historia. Con pasos cortos y medidos, Dragon Ball volvió a instalarse en la lista de los viejos fans como los de las nuevas generaciones, pero sin dejarse llevar en contar algo más de su historia o jugarse con otro estilo de animación. Finalmente, con Dragon Ball Super: Broly (2019) esa deuda parece estar saldada. Sin embargo, el personaje y villano principal de la película no es alguien nuevo dentro de lo que es la serie: fuera del canon oficial y en formato de OVA, TOEI presentó a Broly en tres películas en los años ’90 (Dragon Ball Z II: Broly, el legendario Super Saiyajin (1993), El Regreso del Guerrero Legendario (1994) y El combate final (1994)junto a su historia como a la de su padre, Paragus. Así mismo, una primera adaptación en la última serie Dragon Ball Super llegó con Kale, la versión femenina de Broly que existe en el universo 6. Sin confirmación oficial para una continuación televisa, Dragon Ball Super: Broly se presentó con una animación renovada en torno a lo que se conoce en relación a la serie y las películas mientras enriqueció el mito de los personajes de Dragon Ball. El foco se puso en cuestiones de las que el público no tenía conocimiento certero, como fue la sociedad Saiyajin, el planeta Vegetta, la niñez de Vegeta como la historia detrás de su padre y su relación con Paragus. A su vez, se profundiza sobre la leyenda del Saiyan legendario y nos presenta al padre de Goku, Bardock (quien tuvo su OVA fuera del kanon) y a su madre Gine, en su primera participación en el animé. Desde el vamos, no menos que ambicioso fue el panorama que planteó DBS: Broly terminando de producir una de las mejores películas de la franquicia. Desde su guión, la película nos retrotrae a los primeros momentos de Freezer como también a los últimos del planeta Vegetta, abriéndo juego por la lucha de poder, ego y resentimiento que existía entre los protagonistas. Más allá de que los primeros actos no son los más entretenidos relacionados a la acción, expone y comienza a moldear a Broly para entender su comportamiento. La readaptación del personaje terminó por ser mucho más reflexiva, interna y cercana a estos tiempos, marcado por el abuso y la falta de afecto. A pesar de demorarse en desarrollar estos tópicos, la película se prepara para el gran combate, tal vez el más impactante que vimos hasta ahora de toda la saga. En este punto, Toei Animation pateó el tablero desde una animación dinámica, intensa y renovada desde su dirección en escenas de peleas y coreografías de combate. Después de 20 años, innovar con un producto tan claro y eficaz se torna muy problemático y difícil, algo que en Broly es lo más disfrutable de toda la película. Dragon Ball Super: Broly es una experiencia abrumadora para percibir las peleas y combates de los personajes. También es relevante comentar como la animación se nutrió e influenció de los últimos videojuegos de la franquicia, cada vez más cercanos a la esencia y las sensaciones de la serie. Sí, Dragon Ball Super: Broly tiene errores en su intensidad a lo largo de toda la película, en el guion y hasta en su insustancial resolución final, pero no quita ni desmerece el paso adelante que es el film en todo su entorno. Bajo el guión de Akira Toriyama, Dragon Ball Super: Broly (2019) llegó para traer aire fresco a la franquicia que pedía una renovación del 2013 a esta parte, demostrando que todavía hay mucho para conocer y descubrir de todo el universo de Dragon Ball sin caer en interpretaciones simples y mediocres.
Brillando en la oscuridad Tras el escape de Grindelwald (Johnny Deep), Albus Dumbledore (Jude Law) decide convocar a su antiguo estudiante Newt Scamander (Eddie Redmayne) para perseguir al villano antes que éste se convierta en la nueva figura que los purasangre buscan para gobernar el mundo mágico como también el de los muggles. Bajo la dirección de David Yates, Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindelwald (2018) es una secuela adulta y mucho más oscura que Animales Fantásticos y dónde encontrarlos (2016), películas que dotan al mundo de Harry Potter de una perspectiva menos juvenil y con diferentes matices sociales y políticos. Muchas incógnitas se tornaban alrededor del nuevo universo creado por J.K. Rowling en referencia de este viejo/nuevo panorama mágico. En un primer punto, más interrogantes que certezas debido a que la primera entrega de Animales Fantásticos no tuvo una aceptación total ni de la crítica ni de los fanáticos, dejando en un camino no tan claro para Rowling y compañía sobre si este nuevo vistazo sería un éxito o un paso en falso. Por otro lado, la incorporación de Deep al cast como villano y personaje importante de esta segunda parte, llevó más controversia que apoyo debido a las diferentes denunciadas relacionadas al actor sobre violencia de género y acoso. Denuncias echadas por tierra por la propia Rowling, defendiendo al actor y su Grindelwald en pantalla, pese a la crítica y decepción de sus fanáticos. Después de muchas promesas y expectativa, Los Crímenes de Grindelwald llega a las salas y disipa todas las dudas que se elaboraron en torno a su producción final, llevando a la pantalla una versión renovada, madura y oscura de lo que se conocía en relación al mundo mágico. A diferencia de Animales Fantásticos, Yates propuso echar un vistazo más de cerca a las calles y vida de cada persona relacionada a la magia, en este caso, en un antiguo París, dotando a la saga de otra locación y una ciudad totalmente diferente después de la Londres tradicional o New York. Esa línea tan delgada, invisible y hasta imaginaria que divide un mundo con el otro se trasluce de una forma muy lograda generando una gran empatía con el público. Desde su argumento, Los Crímenes de Grindelwald plantea un movimiento político y social que sirve como reflejo de la última cultura Trump de ultra derecha estadounidense. Casualidad o causalidad, Grindelwald busca el poder y convoca a sus seguidores desde la base de la superioridad racial, en este caso, por su sangre pura, atentando contra todos los que no cumplan este requisito y sean descartables y necesariamente subordinados por alguien superior. Así, el universo de Animales Fantásticos vira para otro lugar mostrando una visión más adulta, oscura y problemática del mundo, tan cercano al real que aqueja hasta al mundo mágico de Harry Potter. En la composición de su villano, las motivaciones y desarrollo de Grindelwald es un punto fuerte de la película dejando bien en claro sus aspiraciones. Por medio de flashbacks, vamos conociendo parte del pasado de los protagonistas y cómo llegaron al lugar que hoy los encuentra, juntos en el pasado pero hoy enfrentados. En este caso, tanto Grindelwald como Dumbledore, desde su amistad y ahora rivalidad -¿y amorío?-. Sin embargo, la gran cantidad de personajes secundarios, tramas y sub-tramas crean una red que difícilmente se pueda desenvolver de manera natural y fluída. En este punto, pierde solvencia en su segundo acto y vuelve su resolución predecible, bajando el interés. Sin embargo, su narración pocas veces pierde intensidad y siempre atrae al espectador a que sea parte de este mundo mágico, desde la calidez de Redmayne y en cada aspecto que hacen de esta saga algo única. Su duración de 134 minutos tal vez haga un poco extenso su relato pero los detalles y referencias que enriquecen a su mitología logran disimularlo. No obstante, esto colabora a que la película esté destinada a los fans y el público promedio quede por fuera de estas cuestiones. Los Crímenes de Grindelwald es la segunda parte de una serie de cinco películas que presenta a los dos grandes protagonistas fundamentales: Grindelwald y Dumbledore creando las bases de la postura de cada uno y abriendo juego a un pasado que los une. En otra apuesta fuerte, Jude Law personifica a un joven director logrando una adaptación locuaz y productiva, abrazando a su personaje desde sus primeras escenas con un carisma propio del personaje. Enigmático, noble, leal y hasta rebelde, el joven Dumbledore es la gran figura de Rowling en la franquicia para desarrollar película a película, una dualidad tan íntima, personal y contradictoria entre él y su archienemigo y antiguo amigo Grindelwald. Sin embargo, Los Crímenes de Grindelwald no es una película que sólo marca las bases a futuro, sino que completa el desarrollo de Newt y parte de su elenco para comprender su personalidad y empezar a moldear el futuro de cada uno. Tanto su fotografía, como puesta en escena y vestuario son otro punto fuerte y ya característico en la saga: en este caso, tanto cada rincón de París como el vestuario de sus personajes está cuidado al más mínimo detalle, dotando a la ciudad de un aspecto encantador en su época antigua. Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindelwald es una secuela que mejoró en todos sus aspectos a su predecesora y presenta una nueva perspectiva a la franquicia, entreteniendo en un primer momento mientras marca las bases de sus personajes a futuro ante un desenlace que sorprende y empieza a generar las nuevas teorías entre los fanáticos hasta la próxima película.
No siempre lo mejor llega al final La Monja (2018) es la última -¿o primera?- película de la saga de los expedientes Warren y uno de los films más importantes y esperados del género como de la gran industria cinematográfica. Dirigida por Corin Hardy, La Monja se sitúa en los años 50′ para contarnos el origen del personaje que apareció para atormentar a los protagonistas de El Conjuro 2 (2016), siendo ésta la que inicia la línea temporal después de Anabelle (2014), Anabelle II (2017), El conjuro (2013) y el Conjuro 2 (2016). Tras el suicidio de una joven monja en una abadía de clausura en Rumania, el Vaticano decide investigar este fenómeno peculiar enviando al padre Burke (Demián Bichir) junto a la novicia Irene (Taissa Farmiga) para descubrir lo que pasó tras el incidente. Tanto su vida, su fe y sus almas serán puestas a prueba en un convento poseído por fuerzas maléficas y demoníacas. Ya sea por el hype o por seguir una línea de películas que marcaron un camino relacionado al mainstream del género de terror como representa El Conjuro, La Monja cuenta con el respaldo de esta saga como también con la responsabilidad de estar a la altura de las circunstancias. Las dos caras de la moneda. Lamentablemente, La Monja decidió quedarse con el hype en un producto vacío, arrinconado por los lugares comunes del género usados hasta el hartazgo: desde la planitud de sus personajes hasta una narrativa poca convincente sin definir cuál es su objetivo. Personajes vulgares, estereotipados y hasta caricaturescos sin ser ese el principal problema de la película ni la intensión del director Corin Hardy. La Monja no trasciende desde ningún plano para llegar a darle al espectador algo más que meros sustos en pocos momentos del film. Aunque no es algo determinante encontrarles un sentido a algunas actitudes en las películas de este tipo -y no por desprestigiar al terror-, en ningún momento queda claro lo referido a alucinaciones de la protagonista y lo que es real o no, tanto para ella como para el resto de los personajes. Allí, en esos lugares recónditos entre lo absurdo y lo burdo, se sumerge La Monja para no llegar a ningún punto. ¿La finalidad de producir una película como La Monja es desarrollar un antagonista que apareció y aterró a los espectadores en El conjuro o cerrar una línea de tiempo que explique de dónde surgió? Como Spin-off, la película quedó muy limitada para realizar lo primero. A pesar de contar con la producción de James Wan –quien fue el director de la primera y segunda parte de esta saga- La Monja no se focalizó en cuidar su desarrollo narrativo como así lo hicieron las dos primeras entregas que dieron inicio a su universo. No hay una lógica que esté detrás de la parte demoníaca del film como tampoco personajes profundos y diferentes a lo que ya vimos en todo el cine del género. Redundante, previsible son adjetivos que pueden aplicarse por igual tanto a la trama como a ellos mismos. En sus incoherencias narrativas y un guión que desperdicia un antagonista importante, la película logra el entretenimiento temporal que requiere. Con sus sustos, escenas de climax y demás, logra captar la atención del espectador, aunque la producción esté carentes de un contenido en gran escala, o cque se pudiera esperar de una producción de este tamaño. La Monja (2018) de Corin Hardy, protagonizada por Taissa Farmiga, Demian Bichir, Bonnie Aarons llega a todos los cines del país el 6 de septiembre para ser la última película de los expedientes Warren, que comenzaron en el 2013 con El Conjuro con James Wan tras la cámara.
El mar no siempre es tan sabroso Qué puede salir entre la mezcla de Jason Statham (Rápido y Furioso 8 ),un tiburón gigante de millones de años atrás, una co-producción china-estadounidense y una dirección bajo el polifuncional Jon Turteltaub (La búsqueda /2004) ? La respuesta no sorprenderá: Megalodón (2018), la adaptación de la novela escrita por Steve Alten MEG: A Novel of Deep Terror (1997) cuyo guión fue adaptado por Dean Georgaris (El mensajero del miedo), Erich Hoeber (Red 2) y Jon Hoeber (Battleship). Llegando a las primeros metros de la orilla debemos sacudirnos la arena y explicar lo que es un Megalodón: una especie extinta de tiburón que existió en nuestro planeta hace más de 2,6 millones de años durante el Cenozoico. Un descendiente directo del tiburón blanco pero todavía más amenazador, temerariO que llegó a alcanzar entre 18 y 30 metros pesando más de 60 toneladas. En Megalodón, un agente de rescate deberá volverse a poner el traje de neopren para acudir al llamado de rescate de un grupo de científicos en el cual, curiosamente, se encuentra su ex-esposa. En estos cliché cae, se sumerge y confunde Megalodón. ¿Por qué? Porque nunca termina de definirse sobre qué clase de película elige ser. Sí quiere parecerse a una película de consumo irónico como fue Sharknado, aclamada por sus fanáticos u otra relacionada al terror y el suspenso como fue Tiburón (1975) de Steven Spielberg marcando tendencia e historia sobre el terror en las profundidades. En esa dicotomia se desenvuelve Megalodón, logrando su cometido: entretener. Megalodón contó con el respaldo de un estudio de la envergadura de Warner Bros. con un gran presupuesto de 150 millones de dolares, similar a otras películas de este año como Pacific Rim: Insurrección o Ready Player One, también de Spielberg. Sin embargo, la producción apostó a co-producir el film junto a China para así abrirse paso en el mercado oriental de millones de espectadores. Bingbing Li es la figura rutilante de este país que acompañará a Statham para ser su co-protagonista y otra vez recaer en los clichés de siempre: una madre independiente que debe hacerse cargo de su hija mientras que su ex-esposo disfruta con otra mujer en una país paradisíaco. En estos focos es donde Megalodón resigna puntos para no decidir cual es su objetivo como película. No por caer en los clichés del género sino por no embarcar de una vez y profundizar sobre lo que quiere llevar a escena. Más allá del entretenimiento, con muchas escenas con un gran carácter audiovisual mediante la grata utilización de sus efectos especiales, el film queda a mitad de camino por lo inverosimil de su relato pero con protagonistas que se manejan todo el tiempo en esa delgada línea por tratar de hacer creíble el relato cuando no lo es. Megalodón entretiene en su objetivo final pero queda demasiado expuesto a un guión inexistente, personajes superficiales, burdamente explotados y sin contenido. Lo importante no recae en que sea poco creíble lo que expone, sino en que no construya un camino conciso y directo para hacer una buena película de estas envergaduras. Los personajes no son carismáticos ni logran producir una empatía con el espectador, desde su figura rutilante como el cast que lo acompaña. Ni siquiera ese elemento gore, tan esperado en películas de este género, tuvo lugar en la película: una de las escenas -tal vez más esperadas para el desarrollo de esta actividad- terminó por no suceder dejando al espectador con ganas de ver lo que realmente iba a buscar al cine.
El cine siempre tuvo la dicha de contar historias sobre policías rectos, auténticos defensores de los derechos de los ciudadanos e inquebrantables ante cualquier hecho delictivo. Sin embargo, al final de cuentas, la gran pantalla tiene una debilidad ante estos personajes desdichados, incomprendidos bajo un mundo de reglas y autoridades. El cine prefiere a los ladrones, los sinvergüenzas que se ríen y mofan de las preseiones morales y éticas que presenta la rutina diaria de los bien intencionados de ser ciudadanos hechos y derechos. El lado oscuro siempre es más seductor, atractivo, divertido o llamativo. Bienvenidos a El Ángel (2018), la película de Luis Ortega (Monobloc, Lulú, Historia de un Clan) que recorre la vida de Carlos Robledo Puch en sus primeros pasos criminales hasta llegar a ser el preso más joven de nuestro país. El Ángel, protagonizada por Lorenzo Ferro, Chino Darín, Mercedes Morán, Daniel Fanego, Luis Gnecco, Peter Lanzani, Cecilia Roth es una de las apuestas cinematográficas nacionales más importantes del presente año, co-producida a nivel internacional por Argentina-España; K&S Films / Underground Contenidos, El Deseo y Telefé. La adolescencia es una etapa donde cada persona empieza a desenvolver su personalidad y a conocerse a sí mismo. En este caso, Carlos Puch (Lorenzo Ferro), en plena época escolar, comprendió cual era su vocación en el mundo: ser ladrón. Potenciado por la atracción, tanto sexual como también por empezar a desarrollar sus habilidades en este ámbito, emprende junto a Ramón (Chino Darín) un viaje de violencia y asesinatos cada vez más oscuro e inconsciente. El Ángel se desarrolla a la perfección como una historia atrapante gracias al carisma de su protagonista -a pesar de haber sido una verdadera apuesta de los productores por la inexperiencia de Ferro-, un cast estelar que lo sostiene haciéndolo brillar en cada escena y una producción ejemplar al llevar a escena la época de los ’70 desde la vestimenta y locaciones hasta la música, otorgando también una fotografía que marcan el estilo y la esencia de la película. En cuanto al guión, la película no maneja bien el ingreso del personaje de Peter Lanzani, además de tomarse la libertad de no explicar o resolver ciertos conflictos para no entorpecer el desarrollo de la trama. La película ocupa su tiempo en desarrollar el despertar sexual de su protagonista y su atracción por su amigo Ramón, evitando socavar más en los conflictos de Puch relacionado a la violencia y su irreverente personalidad. Luis Ortega prefirió abocarse a las diferentes cuestiones de la adolescencia de Puch, el futuro muy lejano y una vida plena que no conoce responsabilidades ni consecuencias de sus actos, entre risas, chistes y comentarios; todo esto, en un escenario de violencia y oscuridad. El Ángel es un retrato de dos horas sobre la mente y la visión -a veces ingenua- de un niño sin conciencia sobre la muerte, quién vive bajo sus propias reglas y moral. Tan contradictorio es el andar de Puch que esto se evidencia hasta de su aspecto: un demonio que juega, se divierte y vive su propia realidad, su ilusión mientras deja en su camino crímenes sin escrúpulos. El Ángel es una película sarcástica y desfachatada por mostrar a un asesino desde otro lugar dejando al espectador la elección y forma para juzgarlo, una visión del director por lo menos polémica al evitar en el film aspectos mucho más oscuros y graves de este dúo del crimen, como las violaciones y asesinatos que cometieron. Se trata de una película con una puesta en escena que genera un ambiente incómodo, seductor y con mucho carácter, todo esto acentuado gracias a un único actor como resultó Lorenzo Ferro. En cada una de sus intervenciones, desfachatadas, incorrectas, fuera de lugar, ácidas y con carácter, Ferro terminó de acentuar todo este mundo de ingenuidad y ladrones que propuso Luis Ortega. La puesta en escena de El Ángel actúa también como una pieza fundamental para entender la esencia del personaje y de la película: con música de Palito Ortega (La casa del sol naciente), Norberto Napolitano (Llegará la paz, Sucio y desprolijo), un vestuario cuidado en detalle en cada uno de sus personajes y locaciones que le otorgan un plus al film. El Ángel, como realización audiovisual, es un producto hecho y derecho de pies a cabeza, sin fisuras graves y con un gran contenido para el espectador. Quedará en cada uno el aceptar la particular visión que tuvo Ortega de un personaje tan nefasto y turbio como Carlos Robledo Puch, al optar por amitir gravísimos crímenes para no sacar del eje esa imagen ingenua, infantil que propone Ferro.
El clímax de una saga Como en cualquier ámbito social, profesional o personal, resulta difícil encontrar alguien que trabaje, se entienda e identifique con otra persona de manera natural y fluída. Cuando esos casos ocurren, generalmente son productos de muy alto vuelo o nivel. Equilibrando la brújula para el ambiente audiovisual y de la gran pantalla, Tom Cruise encontró en Christopher McQuarrie el faro que guíe en la dirección correcta a una embarcación como Misión Imposible, con diferentes capitanes a lo largo de su travesía pero sin ninguno que pueda destacarse por encima de los demás. McQuarrie llegó con la anterior entrega, Misión Imposible: Nación Secreta (2015) para poner en boca de todos -otra vez- la saga junto a Tom Cruise como el último héroe definitivo de acción, siendo participe al 100% de las escenas más osadas y peligrosas en la que estaba involucrado. Con más rienda suelta y confianza en su visión de MI, Misión Imposible: Repercusión (2018) se presenta con los pergaminos para ser elegida la mejor película de acción de todo 2018 y quién dice, la de la saga completa. Nuevamente el equipo de Ethan Hunt (Tom Cruise) se ve envuelto en una red de espionaje, traiciones y mentiras mientras intentan salvan al mundo de un desastre global tras las consecuencias de una misión que no salió del todo bien. Siendo la sexta película de la franquicia, ya se tornó dificultoso encontrar un argumento original, diferente y fresco para contar una nueva historia de este género y carácter, ofreciendo una buena historia pero sin ser éste el punto rutilante de esta clase de películas. La evolución de la saga emprendió un camino de errores y aciertos, llegando con Nación Secreta a encontrar una fórmula definitiva entre escenas de acción tanto de persecuciones, coreografías de combate, un gran equipo detrás de Cruise y plantear una superación en torno a éste, película a película, sobre los retos a enfrentar. Misión Imposible: Repercusión llega tanto al clímax de la saga como de Cruise como protagonista principal y figura de acción. La película explota sus máximos atributos como es el espionaje, los aparatos tecnológicos que tanto caracterizan a la saga, además de la utilización de la música, el entretejido entre las diferentes conspiraciones, traiciones del más alto calibre secreto y cada uno de sus carismáticos personajes. McQuarrie entendió a la perfección cual es el objetivo de la franquicia y como esconder sus falencias y así para potenciar las habilidades. A su vez, un gran uso de las diferentes e impactantes locaciones -un elemento natural relacionado a Misión Imposible- como París, ayudó a encontrar una fotografía más impactante en las andanzas de Ethan Hunt y su equipo por desmantelar otro plan malévolo para derrocar gobiernos y el orden mundial. Sí hablamos de Hunt también es propio nombrar a los personajes que lo acompañan a lo largo de varias películas como Baldwin, Simon Pegg y Ving Rhames para encontrar un equilibrio entre tanta acción y dramatismo. Así, Misión Imposible encontró una estabilidad en cuanto a su equipo como también a sus enemigos y figuras que están alrededor, con Sean Harris, Rebecca Ferguson y Henry Cavill cómo última y reciente incorporación. Misión Imposible: Repercusión es un espectáculo de acción, efectos y combates que impone su propio ritmo deja a los espectadores queriendo un poco más del agente Hunt y su equipo. Visualmente impactante en cada escena de acción, sea en una persecución en moto por París, una lucha mano a mano en un baño o un enfrentamiento entre helicópteros en la nieve. En cada una de estas escalas Misión Imposible: Repercusión se desarrolla con una naturalidad, espontaneidad y locura para cualquiera que quiera y acepte esta clase de show, sin medir las consecuencias entre la realidad y lo inverosímil.