OTRA GUERRA Y EL MISMO DOLOR
Es el debut como realizador de Russell Crowe. Y también aquí el cuidado visual es lo primordial. Tampoco está mal. Se sirve de la célebre batalla de Gallipoli, una carnicería de la Gran Guerra, para plantear un melodrama bélico de aliento humanista sobre la culpa, la responsabilidad paterna y el amor como motor del sacrificio y redención. El es un chacarero que tiene un don: descubre qué hay bajo la tierra. Primero le sirve para darle agua a ese territorio reseco. Y después, para poder encontrar el cuerpo de sus hijos que están en otro territorio reseco, su corazón, de hombre viudo y desolado, que necesita encontrarlos para darle alivio a su conciencia. Hay aventuras, flashbacks con escenas de aquella guerra y hasta una historia romántica que al menos descubre el brillo de la esperanza. Buen uso de exteriores, tono cambiante, un guión que privilegia la aventura, algunas resoluciones inverosímiles y un profesionalismo que no decae, redondean otro mensaje aleccionador sobre la fuerza de la voluntad, el mandato del destino y el horror de la guerra.