En su debut como realizador Russell Crowe eligió narrar un drama sobre uno de los episodios históricos más importantes de Australia como fue la batalla de Galípoli, que se desarrolló durante la Primera Guerra Mundial entre febrero de 1915 y enero de 1916.
Este combate, que fue uno de los más brutales en ese conflicto bélico, tuvo lugar en una pequeña península de Turquía donde murieron 250 mil soldados del Imperio otomano y de las fuerzas armadas de Australia, Nueva Zelanda, Francia e Inglaterra.
Un hecho terrible que ya tenía su antecedente en el cine con ese gran film de Peter Weir que fue Galípoli (1981), protagonizado por Mel Gibson, antes de convertirse en una estrella de cine internacional con Mad Max 2.
A diferencia de aquella producción de los ´80, la película de Crowe no se enfoca en los aspectos bélicos e históricos de este episodio sino en el drama personal que vive un padre por averiguar el destino que tuvieron sus hijos en esa famosa batalla.
Entre los puntos más interesantes de este film se destaca el respeto con el que Russell Crowe retrató a los soldados turcos, donde evitó caer en los clichés hollywoodenses de simplificar estos hechos como una pelea entre buenos y malos.
El conflicto está muy bien equilibrado en ese aspecto y el director describe la tragedia que representó la guerra para las familias de ambos bandos.
Con un presupuesto muy moderado Crowe logró hacer una película que parece mucho más épica y trae al recuerdo por momentos las superproducciones clásicas del cine norteamericano de los años ´50.
Camino a Estambul se vio favorecida además por la brillante fotografía de Andrew Lesnie (El señor de los anillos), quien falleció el mes pasado, y la realización de las secuencias de acción donde está presente cierta influencia de Ridley Scott.
Al ver las intensas escenas de los combates queda claro que el actor tomó como referencia el estilo narrativo que tiene el director inglés para trabajar la acción.
El artista australiano además de emprender su incursión en la dirección también es el protagonista de este relato, donde encima brinda una gran interpretación.
Al enfocar su atención en dos tareas claves como la realización y la interpretación del rol principal es comprensioble que la película no sea perfecta y presente algunas debilidades.
La narración de Crowe por momentos abusa del recurso de flashbacks con escenas que no contribuyen a desarrollar la trama y tiende a excederse con el melodrama.
Lo peor de Camino a Estambul pasa por una forzada subtrama romántica que está completamente tirada de los pelos y cuya única función reside en justificar la presencia de Olga Kurylenko.
Un par de detalles que se le pueden objetar al film pero no opacan lo que es un decente debut como director de Russell Crowe. Será interesante ver como sigue su carrera luego de este proyecto donde inició una nueva faceta como artista.