Un correcto debut de Russell Crowe detrás de cámara
El neocelandés firma un relato que busca reinvindicar a los hombres por encima de los conflictos de Estado.
Si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia.
La que cuenta el neocelandés Russell Crowe en su debut como director es la de los hombres que participaron en la batalla de Gallipoli, ahora territorio turco, donde soldados neocelandeses y australianos pelearon como aliados a los británicos y franceses contra el Imperio Otomano. El enfrentamiento, uno de los más terribles de la Primera Guerra Mundial, terminó con unas 250.000 bajas por cada uno de los dos bandos.
Más allá de la cuestión histórica, Camino a Estambul --que en idioma original se podría traducir como "el zapador de agua"--, este filme temporalmente situado a cuatro años de la conclusión de la Gran Guerra, se enfoca en el caso real de un hombre, el granjero australiano Connor quien viaja a Estambul, la antigua Constantinopla, para llegar luego a Gallípoli y descubrir qué ha pasado con sus hijos, declarados desaparecidos en combate.
También hace hincapié en Hasan "el Asesino" (Yilmas Erdogan), el oficial turco que libró una batalla aguerrida contra los invasores, pero que al cabo, también ve en Gallipoli a una gran tumba donde enterró a más de 70 mil de sus hombres.
A ese enemigo de antaño lo gana el respeto por un granjero sencillo, pero el único padre capaz de jugarse el pellejo y escarbar en las entrañas de una tierra extranjera y poblada de fantasmas, hasta encontrar un atisbo de esperanza.
En el trayecto, Connor también conocerá a una mujer turca (Olga Kurylenko), madre de un pequeño, y viuda de un mártir de la guerra.
La esperanza, el valor, el amor y la camaradería entre hombres, que siempre pierden entre la guerra y los intereses de Estado, son la esencia de la narración que Crowe realiza con las mejores intenciones y una sensibilidad no lacrimosa.
Propone, además, un sentido de lo heroico mucho menos rimbombante que el de las superproducciones de Hollywood, a pesar de que este filme contó con los elementos propios de una.
El resultado, aunque no responde al potencial, deja bastante bien parado al novel realizador, que cuenta más de medio centenar de títulos como actor, un Oscar por Gladiador y otras dos nominaciones, y que ya fue aplaudido el año pasado, al menos en los premios de la Academia de Cine Australiano.