Cuando lo que importa es el viaje
Rodrigo de la Serna y Ernesto Suárez son los disímiles protagonistas de esta más que digna road movie que significó la ópera prima como guionista y director de Varone.
Camino a La Paz se inscribe en el grupo de películas nacionales ruteras centradas en los avatares del personaje de turno girando por la inmensidad del territorio argentino, con gran parte de la filmografía de Carlos Sorín y la reciente Las Acacias como principales referentes. Recorrido que es, como en nueve de cada diez road movies, disparador de cambios en los personajes.
La ópera prima de Francisco Varone encuentra a Sebastián (Rodrigo de la Serna) empezando a trabajar como remisero a raíz de la flamante desocupación de su novia (Elisa Carricajo). Uno de sus clientes habituales es un viejo cascarrabias y enfermo llamado Jalil (Ernesto Suárez), quien para sorpresa de Sebastián le ofrece que se encargue de llevarlo hasta la capital de Bolivia, donde debe encontrarse con su hermano mayor.
Suerte de historia de pareja dispareja forzada a convivir en el opresivo espacio de un Peugeot 505, Camino a La Paz muestra el recorrido de la dupla por medio país. Lo hace con emotividad, plena conciencia de sus alcances y limitaciones, siempre preocupándose por la suerte de sus personajes y sin jamás forzarlos a cambios bruscos ni mucho menos arbitrarios.