Transitando destinos prestados
Sebastián acaba de comprar una casa con su pareja, pero transcurridos los primeros días comienza a hacerse patente una sensación de vacío, fruto de la ausencia de proyectos comunes como individuales. Sebastián está desempleado y su novia está en un momento laboral inestable. Casi por accidente, el hombre comienza a trabajar como remisero, y en esa labor conoce a Khalil, un hombre mayor, de conductas extrañas, parco y un poco avasallante. Un día Sebastián recibe una extraña propuesta: Khalil planea un viaje muy largo hacia Bolivia para encontrarse con su hermano, pero por problemas de salud necesita hacerlo en automóvil. Lo contrata como chofer durante esa travesía, en la cual se consolidará un vínculo afectivo que a Sebastián le cambiará la vida.
El relato comienza trazando el escenario de un estado emocional en el que viven y no-viven sus personajes. Por un lado, Sebastián atraviesa un momento de transición especial, probablemente la muerte de un padre, que lo ha sumido en un estado depresivo donde el desempleo puede leerse como signo de la ausencia de proyectos, personales y de pareja. De hecho, una de los aspectos interesantes del relato es que los únicos proyectos que Sebastián parece encarnar activamente están vinculados con la conservación material (la casa y el auto que ha heredado de su padre). Por su parte, su novia expresa un proyecto de pareja asociado únicamente a la maternidad; incluso la posibilidad remota de una mejora en el trabajo (un supuesto ascenso) está siempre asociada a tener el dinero suficiente para poder afrontar la crianza de un hijo. Se podría decir que la novia es casi la contracara de Sebastián, también ella afronta un proyecto heredado.
El desencadenante de la narración es de una alta efectividad; por lo repentino, por lo inesperado, por lo humorístico; harto Sebastián de recibir sistemáticamente llamados telefónicos de clientes de una vieja remisería (“Turismo Magallanes”), decide un buen día que él será esa empresa de remisería. Buena metáfora de un designio de sí mismo que ha sido determinado externamente por su padre, de quien ha heredado el auto que ahora maneja haciéndose pasar por otro que él no quiere ser.
Es precisamente en esa “peripecia remiseril” donde conoce a Khalil, un anciano a quien lleva en varias ocasiones al hospital a realizar un tratamiento de diálisis. Luego del primer viaje, Khalil solicita a la supuesta empresa el servicio específico, que Sebastián sea designado chofer en todos los traslados. Hasta aquí, todo parece desenvolverse en una rutina esperable, hasta que un día Khalil ofrece a Sebastián el largo viaje hacia la ciudad de La Paz, Bolivia, donde espera encontrarse con su hermano. Ambos practicantes de la religión musulmana para comenzar en barco una larga peregrinación hacia La Meca.
Y aquí irrumpe el segundo elemento interesante del relato: el viaje como metáfora. El viaje que Khalil propone a Sebastián funciona como otra situación que se le ha impuesto a Sebastián, no sólo en su destino sino además en su itinerario específico. Sebastián nunca tiene voto en las decisiones. El destino es la ciudad boliviana de La Paz, efectivo juego de palabras para dos personajes en peregrinación hacia un estado de consciencia. Khalil, quien ya ha encontrado esa paz, anhela re-unirse (en el sentido estricto de hacerse uno) con su hermano y ambos retornando al origen religioso. Sebastián, ni siquiera tiene un destino, viaja errante y sin rumbo propio, tomando en préstamo rumbos ajenos (primero el que su padre le ha heredado, luego el que Khalil le está pagando).
Como culminación del viaje, de transitar por un rumbo que primero no es el suyo, recorrerá los kilómetros de su propia historia; se reencontrará con los miedos que lo atan al vacío de la ausencia de su padre. Y entonces, el camino de Khalil será también el camino de Sebastián, tanto como el de Sebastián será el camino que Khalil ya había diseñado para sí mismo. Incluso en uno de los momentos del film Sebastián pregunta a Khalil por qué lo ha escogido precisamente a él para hacer este viaje… pregunta que no tendrá una respuesta enunciada, pero que se revela en ese camino del héroe que transita Sebastián tomando rutas prestadas para luego apropiárselas.
Cabe destacar dos circunstancias muy interesantes desde lo narrativo y muy bien logradas desde lo dramático: por un lado, la visión respetuosa (pero sin caer en la solemnidad) que el film quiere plantear frente al espectador (quien se identifica con la mirada de Sebastián) sobre las costumbres y prácticas rituales de la religión musulmana. Y ésto, dado precisamente en un momento de política internacional muy complejo, adquiere más valor todavía. Téngase presente que el estreno del film coincide de hecho con el aniversario del atentado a la publicación parisina Charlie Hebdo, en el que fueron asesinadas doce personas, entre las cuales se encontraban tres dibujantes de dicha publicación.
La segunda, derivada de la anterior, es el momento del film en el que Khalil quiere obsequiarle a Sebastián el ser-musulmán. Sebastián podría perfectamente haber aceptado para hacer feliz al viejo, pero en cambio decide honestamente rechazar el regalo, porque precisamente luego de todo el camino que ambos han recorrido él ha comprendido lo que significa para Khalil ese don que le está proponiendo, y sabe también, a pesar de su íntima conexión con Khalil, cuáles son sus diferencias.
Merecen un comentario aparte las extraordinarias composiciones actorales de Ernesto Suarez y de Rodrigo de la Serna, quienes cargan sobre sí mismos todo el peso dramático de la narración. Una narración de recursos materiales minimalistas, pero de altísimo nivel de dramaticidad y de conflictividad emocional.
Quizás el único cabo suelto del relato sea el personaje de la novia de Sebastián. Probablemente su inclusión haya tenido como objeto simplemente ser un contexto para la partida del protagonista, y de allí la poca importancia que ha recibido el tratamiento de ese personaje. Pero es verdad que aún en este caso, los primeros momentos del film parecen un poco chuecos y fuera de equilibrio. Tal vez, un trazo más preciso del personaje hubiese alivianado dicha impresión.