“Camino a la paz” (Argentia, 2015) es la ópera prima de Francisco Varone, una potente y sólida road movie que intenta atrapar la química entre dos personajes totalmente opuestos entre sí y que de un día para el otro se necesitarán para poder cumplir sus anhelos más profundos.
“Camino a la Paz” es la historia de Sebastián (Rodrigo De la Serna) y Khalil (Ernesto Suárez), uno joven, el otro anciano, que por circunstancias particulares terminan conociéndose y entablando una relación comercial en la que el primero deberá llevar al segundo hacia La Paz, Bolivia, a encontrarse con su hermano.
Sebastián acepta el desafío luego de comprender que su vida marital no está atravesando por el mejor momento, y que pese a los esfuerzos que su mujer (Elisa Caricajo) ha hecho por mantener el vínculo intacto, la relación, desgastada por su poco claro rol entre ellos necesita un poco de “distancia”.
Khalil, ermitaño, apático, musulmán, aislado del mundo exterior, pero lleno de filosofía y religión para compartir, se subirá al auto de Sebastián sin saber que éste no es remisero “profesional” ni que mucho menos tiene idea de cómo llegar al país hermano.
La ruta comienza a absorber la pantalla y la música comienza a trascender por encima de las palabras, pocas, que entre ambos en algún momento se disparan.
Pero Khalil está enfermo, y cada tramo que avanzan con el auto es también la posibilidad de ir perdiendo chances de poder hacer que él esté mejor, y así y todo el plan que tienen trazado para llegar a La Paz continua.
Varone dirige midiendo a Sebastián y Khalil, como si sólo quisiera mostrar algunos aspectos de cada uno, lentamente, por eso la primera parte de la película, mucho más descriptiva, se reposa en ambos para poder configurar el mapa sobre el cual luego la acción se desarrollará.
Cada uno es detallado al máximo, y si uno está obsesionado con la música de Vox Dei, el otro cada 15 minutos debe bajar del auto para ir al baño, tenga o no ganas, lo que habla también de un comportamiento obsesivo que terminará por desencadenar hechos sorpresivos durante la segunda etapa del filme.
La Paz está lejos, y su propia paz también, por eso el guión apela a construir un relato digresivo en el que además de los protagonistas humanos, el peso que la naturaleza irá cobrando hacia el final del mismo es inmenso.
Pocas palabras, música que sugiere, vínculos que se muestran hasta cierta punto, son tan sólo alguno de los elementos con los que esta ópera prima va interpelando al espectador, sabiendo que en la totalidad se terminará por configurar una historia sobre la amistad entrañable.
De la Serna una vez más se entrega a su personaje de una manera radical, y aporta algunos de los momentos más emotivos del filme.
El hallazgo de Ernesto Suárez, además, le permite a “Camino a la Paz” el poder renovar cierto espectro actoral en tanto que en el minimalismo de los gestos y voces posibilitan el reconocimiento en ese otro de una de las interpretaciones más logradas de los últimos tiempos (Suárez se llevó el premio Revelación en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata).
Road Movie, película de amistad y descubrimiento, “Camino a la Paz” llega a los cines para demostrar que a pesar de algunos recursos de fórmula y género se puede seguir soñando con un cine potente a partir de una pequeña historia.