Una fórmula que se repite con éxito
Guillermo Arriaga prueba con solvencia que no necesita de un González Iñárritu para darle cuerpo y estabilidad a una historia que a los más cinéfilos puede que les resulte de sobra conocida. La estructura coral y el ensamblaje astuto entre el pasado y el presente ofrecen al espectador un panorama acabado de la proyección que Arriaga busca para su carrera profesional: el dramón. Hay un cierto aire de fatalidad en todas sus historias que inevitablemente remite a su ascendencia caribe, a la tradición de un pueblo que por más alegría que exude se desbarranca en la melancolía y la desesperanza, cacheteado desde sus orígenes por los sucesivos conquistadores.
Más cerca de lo mejor de sus libretos que de "Babel" (insípida argumentalmente por momentos, pese a su excelencia técnica), esta cinta ofrece pocas variantes sobre la ya probada "fórmula Arriaga"; multiplicidad de historias que se cruzan y personajes que revelan su verdadera cara hacia el final, con un giro de relativamente alto impacto que puede dejar sin aliento (pero también agobiado) al espectador más prevenido.
Sin embargo, y pese a acercarse a "Amores perros" en momentos muy puntuales, "Camino a la redención" se pierde en una cierta autocomplacencia, un regodeo en el golpe bajo que no por sutil es menos revelador. La intención de manipular, medular en todo buen producto cinematográfico, es mejor cuanto más sutil se expresa.