Segundo largo del realizador, que fue premiado en BAFICI con su anterior LA CARRERA DEL ANIMAL, la película toma como eje el regreso de Agustín (Agustín Ritano) a su pueblo natal a presentarse en un juicio, acusado del asesinato de sus padres tiempo atrás. Una vez allí se cruza en su camino Leila (Valeria Blanc), una mujer que también tiene un pasado en apariencia complicado, viene de una situación algo extraña (estuvo en un monasterio junto a un grupo de monjas, entre otras cosas) y empiezan a tener algo parecido a una relación en medio de la investigación del caso policial que lo involucra.
Sin embargo, Grosso no parece demasiado interesado en los vericuetos policiales del asunto sino, más bien, en explorar las sensaciones de los personajes –especialmente Agustín, en la piel del siempre sólido Ritano– respecto al lugar, un pueblo en el medio del campo en el que nunca parece pasar nada, y entre ellos mismos. Parca en cuanto a diálogos y, si se quiere, fría en su tono, CAMINO DE CAMPAÑA es una nueva muestra del estilo personal de Grosso, cuyas referencias parecen más cercanas a las de cierto cine de autor existencial de los ’60 (Antonioni podría ser uno de ellos) que al naturalismo que usualmente acompaña a este tipo de relatos de hombres que retornan a sus pequeños pueblos de provincia.
La apuesta es difícil, compleja y no siempre redonda, pero si hay algo que se agradece en el filme es la búsqueda de un lenguaje personal, alejado de todos los convencionalismos, tanto del cine comercial como del “relato de pueblo chico” que se ha vuelto, casi, el nuevo cliché del cine latinoamericano for export.