Intentar resolver un problema personal, otro familiar, y uno más, por si fuera poco con signos mafiosos, es lo que cae sobre los hombros de Mia (Juana Viale), una ex atleta olímpica nacida en un pueblo sobre la cordillera patagónica. Ella está retirada de las competencias y es profesora de educación física en una escuela primaria. El alejamiento del mundo deportivo se debe a que fue suspendida por el Comité Olímpico Internacional, debido a un dóping positivo.
Mia está casada con Bruno (Antonio Birabent), viven en un amplio y lujoso departamento ubicado en Buenos Aires. No se llevan bien, ella no puede quedar embarazada, y su marido la maltrata.
Esta situación sucede siete años después de la suspensión olímpica. Además de esto, se entera que su padre está agonizando y decide volver al pueblo de su infancia para despedirse de él. Al llegar se contacta con su hermano Gustavo (Gustavo Pardi), donde los inconvenientes continúan y se ramifican hacia otras esferas.
Juan Pablo Kolodziej con su ópera prima nos cuenta una historia que abarca la violencia de género, infertilidad, trasplante de órganos, deudas financieras, rencores familiares, secretos, codicia, traiciones, mafia, etc., todo enmarcado en un paisaje privilegiado como el de Villa la Angostura, con música instrumental creada especialmente por Fito Páez y, por si esto fuera poco, un numeroso e importante elenco.
Para transitar este camino sinuoso hay que utilizar cubiertas con mucho agarre porque se puede derrapar en varios sectores. Como la película pretende abarcar varios géneros, como son el drama y el policial, con una atmósfera de thriller que sobrevuela el ambiente, la historia no puede sostenerse con firmeza. Hay ciertas escenas forzadas, personajes desdibujados, actuaciones desparejas, donde el más convincente y sólido, es el malo del film, David (Arturo Puig).
El atender varios focos de conflictos se convierte en un combo con varios ingredientes provocando una dispersión de temas, cuya intención de ir cerrándolos uno a uno no resulta del todo convincente quitándole credibilidad a la historia. Como, por ejemplo, las escenas donde, sin haber ninguna información previa, Mia se convierte en heroína demostrando una capacidad de poder pelear con patadas, golpes de puño, e incluso desarmar limpiamente a una secuestradora que cuenta con un amplio prontuario.
Lamentablemente el camino elegido tiene demasiadas bifurcaciones y desvíos, con el consabido resultado de no lograr una espesura dramática acorde a lo que se relata y de ese modo, el centro de atención hacia una narración coherente termina debilitándose
Intentar resolver un problema personal, otro familiar, y uno más, por si fuera poco con signos mafiosos, es lo que cae sobre los hombros de Mia (Juana Viale), una ex atleta olímpica nacida en un pueblo sobre la cordillera patagónica. Ella está retirada de las competencias y es profesora de educación física en una escuela primaria. El alejamiento del mundo deportivo se debe a que fue suspendida por el Comité Olímpico Internacional, debido a un dóping positivo.
Mia está casada con Bruno (Antonio Birabent), viven en un amplio y lujoso departamento ubicado en Buenos Aires. No se llevan bien, ella no puede quedar embarazada, y su marido la maltrata.
Esta situación sucede siete años después de la suspensión olímpica. Además de esto, se entera que su padre está agonizando y decide volver al pueblo de su infancia para despedirse de él. Al llegar se contacta con su hermano Gustavo (Gustavo Pardi), donde los inconvenientes continúan y se ramifican hacia otras esferas.
Juan Pablo Kolodziej con su ópera prima nos cuenta una historia que abarca la violencia de género, infertilidad, trasplante de órganos, deudas financieras, rencores familiares, secretos, codicia, traiciones, mafia, etc., todo enmarcado en un paisaje privilegiado como el de Villa la Angostura, con música instrumental creada especialmente por Fito Páez y, por si esto fuera poco, un numeroso e importante elenco.
Para transitar este camino sinuoso hay que utilizar cubiertas con mucho agarre porque se puede derrapar en varios sectores. Como la película pretende abarcar varios géneros, como son el drama y el policial, con una atmósfera de thriller que sobrevuela el ambiente, la historia no puede sostenerse con firmeza. Hay ciertas escenas forzadas, personajes desdibujados, actuaciones desparejas, donde el más convincente y sólido, es el malo del film, David (Arturo Puig).
El atender varios focos de conflictos se convierte en un combo con varios ingredientes provocando una dispersión de temas, cuya intención de ir cerrándolos uno a uno no resulta del todo convincente quitándole credibilidad a la historia. Como, por ejemplo, las escenas donde, sin haber ninguna información previa, Mia se convierte en heroína demostrando una capacidad de poder pelear con patadas, golpes de puño, e incluso desarmar limpiamente a una secuestradora que cuenta con un amplio prontuario.
Lamentablemente el camino elegido tiene demasiadas bifurcaciones y desvíos, con el consabido resultado de no lograr una espesura dramática acorde a lo que se relata y de ese modo, el centro de atención hacia una narración coherente termina debilitándose