Melodrama familiar y film criminal son dos pasiones argentinas. En esta película se combinan ambas: hay una mujer, joven, caída en desgracia a quien las circunstancias llevan a viajar y resolver asuntos familiares, y hay un pasado –y un presente– con peligros y secretos que generan las vueltas de tuerca dramáticas de la trama.
Todo está filmado en la Patagonia y ese paisaje entre bello y duro refleja el estado de ánimo de los personajes. Pues bien, esto está bien y Juana Viale mejora mucho performances anteriores (suele ser la víctima a reglamento de cierta parte de la crítica y no siempre es justo o pertinente), lo que permite sentir empatía con su criatura y, por consiguiente, interesarse por la historia, que no carece de golpes de efecto colocados como efectos especiales del guión para sostener el interés y dar una vuelta de tensión a una historia que, quizá, no los necesite.