Estrenado comercialmente el 8 de noviembre en los cines de Argentina, “Camino Sinuoso” fue producido por Rodeo Films en co-producción con Shazam Cine,con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). El film se rodó en diversas locaciones de Buenos Aires y Villa La Angostura (Provincia de Neuquén), con guión y dirección del ópera primista Juan Pablo Kolodziej.
Esta nueva apuesta del cine nacional ofrece el protagónico de Juana Viale, el regreso al cine de un grande como Arturo Puig y la colaboración internacional de una estrella absoluta como Geraldine Chaplin. La película narra la historia de Mía Siero (Juana Viale), una ex atleta olímpica separada de una competencia por consumir sustancias prohibidas. Años después, el abuso de dicha sustancia le impide concebir un hijo en el presente y dicho trauma desencadenará una serie de violentos sucesos familiares a su alrededor, envolviéndola en un espiral de vértigo rumbo a una tragedia -en apariencia- inevitable, que tendrá como detonante la enfermedad terminal de su padre (Hugo Arana) y los negocios turbios que lleva adelante su hermano (Gustavo Pardi).
La propuesta se concibe como un melodrama familiar, que se condimenta de climas y arquetipos del género policial clásico, heredero de narrativas del cine negro poblado por personajes ambiguos, villanos ocultos en cada rincón y de intenciones siniestras; historias de las que ya hemos visto similares en gran cantidad made in Hollywood y que el film se encarga de homenajear mediante guiños reconocibles para el espectador entendido. Sobre esta estructura principal se orienta el relato: conforme a una gran fatalidad, nos muestra personajes desmesurados, relaciones abusivas y familias corrompidas que dan como resultado intrigas shakesperianas que desnudan la esencia de un ser humano codicioso, egoísta, apasionado y pecaminoso. El viaje a la ciudad natal representará para la protagonista un adverso encuentro con su identidad, debiendo sortear obstáculos y peligros, a medida que carga con las marcas de un pasado conflictivo. El desequilibrio emocional que sufre la protagonista será el escollo principal a superar, a medida que busca encajar las piezas de su turbulento presente y establecer la conexión con sus vínculos de juventud.
Recurriendo a simbolismos propios de una tragedia clásica (el regreso del hijo pródigo, el disparo fatal que posibilita la salvación, la mitología bíblica de David y Goliath) la arquitectura narrativa del film simula un rompecabezas que encaja los cabos sueltos en su resolución, sin embargo, de forma precipitada. El desenlace del drama presenta situaciones resueltas de forma despareja que, no obstante, reflejan la turbia naturaleza de sus protagonistas. Se trata de personajes heridos en su moral, protagonistas de una cadena de estafas a la que cada cual busca sacar su propia tajada, sin miramientos. Vertiente que utiliza el director para mostrarnos una mirada acerca de la vida de pueblo y sus habitantes, mostrando la mediocridad, la avaricia y las actitudes non sanctas de familias de clases acomodadas.
Rubros técnicos perfectos (entre los que destacan fotografía y música) acompañan a una cámara que, con estilismo y sofisticación, intenta penetrar en la ambigüedad de sus personajes: la cara oculta de la codicia es una característica de la que solo escapa el bien intencionado personaje interpretado por Viale. No obstante, aun pecando de subtramas en exceso, el elenco se nutre de notables aportes. Brilla Arturo Puig en el papel de un villano antológico, siniestro y poderoso, que puede mostrar una cara servicial y al mismo tiempo ser profundamente frío y miserable. La dimensión actoral de un intérprete como Puig se nota en las pequeñas sutilezas gestuales con las que dota a su personaje brindando una clase magistral de actuación. Este papel representa su bienvenido regreso a la gran pantalla, acompañando a Antonio Birabent, quien se luce -aun esporádico- como un marido violento, perverso y controlador. Como contrapartida, la gran labor de Juana Viale compensa el accionar éticamente cuestionable de los protagonistas de esta historia. Viale, a pesar de ciertos diálogos y decisiones narrativas que no la favorecen, otorga la sensibilidad necesaria para componer a un personaje herido en su ego, dolido en su alma y extraño en su tierra.
Bajo esta tesitura, Fito Páez concibe una banda sonora original acorde a las altas dosis de dramatismo que destila la historia. La labor del músico rosarino homenajea sellos autorales que se rastrean en obras del cine negro clásico e inclusive en el melodrama sesentista. Como un gran maestro de orquestas -otorgándole personalidad, volumen, contundencia y riqueza a su composición- la sensibilidad del artista se percibe en un par de escenas fundamentales, eje emotivo dramático de un thriller sobre familias disfuncionales y deudas de dinero que pueden acabar mal, atrapando a sus personajes en una metamorfosis doliente.