Una sátira histórica con mediano sentido del humor
Parece que don Baltasar Hidalgo de Cisneros, último virrey español de estas pampas, no sólo tuvo el piadoso gesto de expresar sus condolencias por nuestras futuras desgracias, sino que después también se dedicó a provocarlas. Peor aún: tuvo cría. Nuestras peores desgracias, como la aparición de aquella enfermera gordita en el Mundial 94, fueron programadas por una secreta, activa y antiargentina Logia Cisneros. Así lo advierte una gente que pasa el dato de generación en generación, y pasa también la posta.
Ahora la recibe un popular cantante (es un decir) el día que se hace cargo de la casa paterna con sus secretos semiocultos. El resto, lo alimenta el susodicho artista con su paranoia de celebrity descerebrada y engrupida, que pasa de la militancia frutífaga (sólo come frutas) a la patriótico-neurótica. Tal es la historia que vemos, una sátira del ser nacional contada sin mucho rigor, más larga de lo conveniente y con mediano sentido del humor, y eso que entre sus libretistas está Pablo Marchetti, exdirector de "Barcelona".
Puntos a favor, Valeria Correa como asistente fervorosa del astro (un fervor extensivo a otros cuerpos no necesariamente astrales, lo que la hace más simpática), la visita a un negocio de suvenires guevaristas, dos preguntas filosas que obligan a reflexionar ("¿Un antiargentino es algo bueno o algo malo? Quién usa ese término, ¿es acaso un patriota?") y un desenlace excelente, sugiriendo que los peores antiargentinos somos los propios argentinos. Eso es cierto.