Sólo un momento
La observación de ciertos rituales y comportamientos humanos resulta ser la mayor virtud del documental de Karin Idelson, cuyo nexo conductor surge a partir de una serie de baladas de amor.
A partir registro de diferentes rituales humanos, Canción de amor (2011) se construye de una manera fragmentada en donde pareciera no existir la cohesión y la lógica. Aunque está no se manifieste de manera directa si existirá, y será a través de las canciones que suenan en un segundo plano sonoro en donde la novel directora encuentra las verdaderas historias que le darán vida al documental.
La música o las canciones de amor a las que hace refeencia el título sirven como leit motiv para adentrarnos en un instante de la vida de los protagonistas. Sólo ese instante servirá para conocer las características de cada uno de los involucrados en las micro historias que Idelson filma de una manera casi voyeur, pero que contrariamente a lo que puede parecer no resulta invasivo de la privacidad. En otro contexto cada uno de los fragmentos podría llegar a resultar caricaturesco, risueño y hasta burlón pero en Canción de amor causa el efecto contrario, resultando ser casi un estudio antropológico del ser humano a partir de la música.
El documental se puede analizar desde dos aristas diferentes. La música como acompañante de las actividades del hombre y la música como forma de trabajo. Profesión y placer no tienen porque ir disociadas y eso es lo que Canción de amor trata de dejar bien en claro, aunque desde una lectura mucho más profunda de la simpleza visual.
Las narrativas documentales cada vez adquieren un mayor protagonismo debido a las más diversas formas que los cineastas eligen para llevar adelante una historia. Dicha historia termina por convertirse en la visión particular sobre un hecho, que depende de los ojos con los que se la mire puede resultar tan simple o compleja como una bella canción de amor.