Con toda la magia del mejor musical
El film de Christophe Honoré rinde homenaje a la Nouvelle Vague con escenas de un París a cielo abierto, y con temas que van contando una historia de amor en tres momentos, teñidos siempre de una brumosa melancolía azul y nocturna.
Afortunadamente --los cinéfilos podríamos pensar este film como un regalo de Navidad--, tras un largo paréntesis de silencio, se ha estrenado en nuestro país esta bienvenida realización de origen francés que si bien no fue galardonada en Cannes 2007 en la Selección Oficial; no obstante, su banda sonora fue celebrada y premiada con el César ese mismo año. Y aquí debemos subrayar lo que caracteriza a este sugestivo y atípico film en la cartelera de hoy: estamos ante un musical, que oscila entre ciertos tonos velados de la comedia y de la tragedia, en el cual despuntan emociones, gestos, instantes. Y sus canciones, que escuchamos desde la voz de sus propios personajes van acompañando sus distintos estados de ánimo, las diferentes modulaciones y giros que experimentan las relaciones sentimentales.
Graduado en Letras y en Realización Cinematográfica, como asimismo permanente colaborador de la mítica Cahiers du Cinema, Christophe Honoré, nacido en 1970, posee ya una significativa filmografía un tanto desconocida, a nivel comercial, en nuestro medio. No obstante su pasión, su reconocimiento por sus maestros de la Nouvelle Vague puede seguirse en el itinerario urbano que nos invita a recorrer en este tan particular film en el que parece saludar a sus maestros.
Al decir Nouvelle Vague recuperamos un París a cielo abierto, las caminatas nocturnas de Jeanne Moreau, las escapadas callejeras y las citas furtivas de Antoine Doinel, Jean Seberg y el primer encuentro en el fundacional film de Godard... Y el París invernal, tantos años después de Alain Resnais en Corazones, mediando tantas otras historias, canciones de Jacques Prevert y Edith Piaf y en los sótanos de la bohemia de los existencialistas, la áspera voz de Juliette Greco. Pareciera que en el film de Christophe Honoré, a través de estos jóvenes que viven su propia historia de amor, se dieran cita los recuerdos y fantasmas de los años idos.
En Las chansons d'amour hay un tiempo para los paraguas. Como en el recordado film de Jacques Demy. Y hay planos que retratan a sus mujeres, en esta triangular historia de amor, que nos recuerdan a Las señoritas de Rochefort. De Cherburgo a París, tras los pasos de la mujer de la compañera del mismo Demy, Agnes Varda.
Con imágenes de un París que vive de noche, el París de hoy, a cincuenta años de los primeros films de los directores de la Nouvelle Vague, en este París de Sarkozy en el que vemos la confusión, el abandono y la indigencia, Las canciones de amor nos va indicando con letras en blanco que ocupan gran parte de la pantalla los apellidos de los que forman parten del film; de una manera no convencional, como aquellos realizadores, autores, lo hacían. Y paso siguiente, tras estas imágenes que marcan un punto de tensión con nuestro admirado film de Woody Allen, Medianoche en París, una joven mujer se acerca a una boletería de un cine, compra su entrada, se ubica en la fila y de manera inmediata, con cierto enojo, llama por el celular a su pareja señalándole que está muy decepcionada por tener que ver siempre películas sola.
Estructurado en tres capítulos, La Partida, La Ausencia y El Regreso, el film de Christophe Honoré recorre toda una combinatoria de relaciones amorosas, como a su manera ya lo planteaba otro de los polémicos films de Bernardo Bertolucci, Los soñadores, ambientado igualmente en París, pero en los días de Mayo del 68. Desde esta perspectiva, el film abre a un juego de singularidades, en las que reconocemos diferentes posicionamientos antes las ilusiones, las pérdidas, los temores, las expectativas.
Film que se tiñe de una brumosa melancolía, azul y nocturna, Las chansons d' amour nos trae el eco de la melodías de canciones de los de viejos amantes, de ocasionales encuentros y de mesas de cafés que esperan la hora de una cita. Y entonces sus canciones, sus historias de amor que nos alcanzan, que nos conmueven, que nos unen y que nos llevan a permanecer insomnes.
Ya terminada la función, a varias horas de la salida del cine, siguen acompañando sus líneas musicales, sus palabras. Y entre ellas, la canción que se orquesta amorosamente y de manera desafiante entre Julie, Ismael y Alice, Sólo te amo a ti.
Algo más se dibuja en la cartelera: de vez en cuando, ese pacto íntimo entre cierto público y el musical se mantiene legible a través del tiempo.