Tres modelos distintos de tambores se utilizan para conformar una comparsa. Mágicamente esos instrumentos interactúan entre sí gracias a la precisión del golpeteo rítmico de los palillos, y manos sobre los parches. Quienes los tocan son principalmente negros uruguayos que mantienen una tradición ancestral traídas del África. Como fue unos de los puertos más importantes de Sudamérica, Montevideo era un sitio favorable para traer y transportar a los demás países de la región una gran cantidad de esclavos africanos.
En los comienzos, tocar los tambores era un grito de liberación, actualmente es una fuente inagotable de alegría e integración vecinal, porque cada vez más ciudadanos se suman a esta movida cultural sin tener raíces africanas. Esta clase de música se expande poco a poco a sitios mucho más alejados de donde se concentra la mayor parte de las personas que la practican.
Ernesto Gut dirige un documental dedicado a descubrir los orígenes y la permanencia rioplatense de un estilo musical creado en el siglo XIX y que continúa vigente en nuestros días.
El candombero lleva el ritmo en el cuerpo. Es imposible aprenderlo sino surge desde el alma. Eso es lo que cuentan varios entrevistados uruguayos que huyeron de su país luego de que los militares asumieron el poder en 1973. Sus antepasados fueron esclavos, de chicos vivieron en conventillos de Montevideo y, desde hace mucho tiempo, residen en La Boca. El hábitat ideal de la ciudad para que el candombe y las comparsas mantengan su vigencia y frescura, de un arte que se transmite de generación en generación.
El director les ofrece la cámara y el micrófono a los músicos, luthiers y otras personas entendidas en el tema para que cuenten la historia de este género musical, como así también la suya propia y personal. De este modo aprovechan para narrar los días de la infancia en las calles de los distintos barrios montevideanos, con nostalgia y emoción.
No sólo el realizador se vale de los testimonios actuales, sino que, además, cuenta con archivos fílmicos y fotográficos de los conventillos y carnavales uruguayos. La mayor parte en blanco y negro y el resto, en color.
El movimiento y la agilidad del relato provienen de la filmación de los ensayos y los desfiles de las comparsas, que actúan como separadores en cada tramo de las entrevistas, que son las clásicas "cabezas parlantes". Pero, de todos modos, la historia es excesivamente larga. Se reiteran conceptos y reflexiones que frenan la continuidad fluida de las escenas. Queda empantanada en los recuerdos de los partícipes, ya sea lo registrado en Uruguay como en la Argentina.
El candombe y los sonidos repetitivos que emiten los tambores son un justificativo valedero para que, aquellos amantes de este tipo de música, que no es únicamente eso, sino también un modo de vid, decidan concurrir a una sala cinematográfica y apreciar lo que estas personas hacen con amor, pasión, y, sobre todas las cosas, a pulmón.