Soft reboot de un clásico de los 90
Luego de retrasos por la pandemia, se estrenó una película que vivió en Development Hell desde los 2000.
Desde que sus residentes pueden recordar, los habitantes de Cabrini Green, Chicago fueron aterrorizados por la historia de un asesino fantasma, el cual era invocado por cualquiera que se atreviese a nombrarlo 5 veces frente al espejo .En la actualidad un artista llamado Anthony McCoy (Yahya Abdul-Mateen II) y su novia, una directora de galería de arte llamada Brianna Cartwright (Teyonah Parris), se mudaron a un departamento lujoso en Cabrini, ahora habitado por una clase media emergente. Con Anthony sufriendo un bloque artístico, un encuentro con un veterano de Cabrini Green expone a Anthony a la naturaleza trágica y horrorosa de la verdadera detrás de Candyman.
La película dirigida por Nia DaCosta, y producida por el genial Jordan Peele, toma el concepto Slasher sobrenatural de la Candyman de 1992 y lo llevan directo al siglo XXI. La película no solo lleva una premisa ya clásica por nuevos rumbos sino que lo hace con una naturalidad que jamás queda forzada, jamás surge el pensamiento de “esto es demasiado”. Dentro de la lógica del filme todo lo que acontece es plausible, además las actuaciones son orgánicas a lo que se observa. Nada es demasiado exagerado como para no creerlo, incluso los estereotipos no rompen la suspensión del descreimiento. Durante toda la duración de la cinta, hora y media aproximadamente, se aprecian no solo hermosos planos de la ciudad de Chicago sino también buen uso de tomas que utilizan espejos para sumar horror a lo observado. Candyman hace algo muy similar a lo hecho por Halloween (2018), ignorando las secuelas de la original y partiendo solo desde la película original de 1992 conectándolas a través su protagonista: Helen Lyle (Virginia Madsen). El resultado logrado de secuela/reboot es más que satisfactorio. Uno puede ver una atrás de la otra, cosa que recomiendo, y la continuidad se siente armónica.
Además de lo inherente al filme, todo lo que atañe a la cuestión racial en Estados Unidos está encarado en la película lo cual es fortaleza y debilidad al mismo tiempo. Con Jordan Peele (Get Out y Us) como productor no es de extrañar que a través del terror se traten temas raciales pero a diferencia de las películas que él dirigió no se lo hace en forma de comedia negra. La palabra clave es: sutileza. Candyman carece de ella, por momentos el mensaje de la inequidad étnica en USA se sobre explica a niveles que parece el chiste de Homero Simpson anotándose en el brazo “Dios=Bien, Diablo=Mal”. Las películas de terror siempre han sido vehículos para tratar temas sensibles a lo largo de la historia pero las que más perduraron en el tiempo son las que lograron hacerlo con sutileza, sino parecen regaños moralistas disfrazados de cine. Candyman es una sólida película de terror que logró exitosamente ser una secuela/reboot orgánica, lo cual no es poco. Entretiene, tiene momentos de tensión absoluta, está bien actuada y dirigida. Verla en cines mejorará la experiencia y el uso de los silencios y estruendos en momentos claves aumentarán el factor miedo considerablemente. El filme tiene dos peros: la ya mencionada sobre clarificación de su mensaje racial y no hacer mejor uso del gore que podría generar una entidad como Candyman.