Acción y pasión en los suburbios
Eduardo Pinto, el autor de «Palermo Hollywood», viene probando gozosamente diversas emociones. Ya supo crear suspenso en una obra minimalista, «Dora la jugadora», y ternura en un documental rockero, «Buen día, día», sobre Miguel Abuelo. Ahora logra combinar el placer estético y los nervios de punta, con una historia de acción y pasión en los suburbios expuesta mediante particular aplicación de recursos cliperos a un ambiente de bajos fondos.
Casi toda la acción transcurre en las márgenes del Gran Buenos Aires. Allí, un tornero de mal carácter se gana sus pesos extras como fabricante de armas tumberas. De ese modo mantiene a su madre, que lo cuida y lo acompaña en la veneración por el recuerdo de un padre ejemplar. Pero ambos deben cuidarse de cierta clientela tan necesaria como peligrosa. Una noche, la relación con los matones de la zona se ve agravada por un pequeño detalle, natural en dos personas jóvenes: nuestro protagonista se engancha de patas y manos con una provocativa menor
de edad, parienta de esos matones y aún más peligrosa y manejadora que ellos. Para disfrutar del amor riesgoso, ambos se mandan mudar al Tigre. Pero en algún momento deberán volver, y el muchacho deberá resolver lo que tiene que resolver. Y como ésta no es una película de medias tintas, él vuelve y resuelve como corresponde, pero antes también se revuelve que da gusto con la chica.
En cuanto a realismo, y aparte que los tiros suenan como tiros, la película cuida hasta los matices del habla de cada zona del conurbano que aparezca representada (exquisitez que pocos oídos sabrán apreciar). Pero al mismo tiempo estiliza ese realismo, lo hace paradójicamente irreal, de fábula sangrienta, o, si se quiere, de cuento moral sin moral autorizada. En ese sentido, los personajes son dignos de atención, y sus intérpretes le ponen debida garra, empezando por Lautaro Delgado, que aprovechó su rol protagónico, y la debutante Camila Cruz, que resultó mejor actriz del Festival Internacional de Cine Policial de Leige 2011, en Bélgica.
Otro premio a destacar para la obra, el de la Federación Iberoamericana de Escuelas de Imagen y Sonido de América Latina en Mar del Plata 2010, por su calidad técnica y fuerza dramática. Eso sí, el espectador termina medio apabullado, porque el ritmo es nervioso hasta en las escenas líricas, y no hay nadie manso, salvo (y hasta por ahí nomás) la madre que hace Tina Serrano. Contribuye a los nervios la banda sonora con Pity Alvarez, Karamelo Santo, Estelares, y Fabián Picciano, del grupo Poncho. Producción, No Problem Cine.