Regresa la dupla televisiva de Listorti y Alfonso dirigidos por Fabian Forte en Cantantes en guerra, una comedia familiar.
En medio del ocaso de la saga de Los bañeros surgió en 2014 Socios por accidente, una propuesta que combinaba la búsqueda de un tono de comedia más trabajado con el protagonismo de dos personajes nacidos de la troupe de Tinelli y sin recurrir ni a los cameos ni al humor de ese programa, por lo menos en su primera parte (la segunda, un año después, de menos éxito, echó mano a todos los tics facilistas y básicos).
Con la idea de ocupar el nicho de vacaciones de invierno, desde el cine nacional se vuelve a buscar a un director de género con nombre y currículum, más un equipo de cuatro guionistas para armar una historia elemental con algún apunte reflexivo sobre el mercado y la construcción de los actuales ídolos musicales.
Dos amigos músicos se presentan a un casting y sólo uno de ellos es elegido por un productor para convertirse en una estrella pop. Sostenerse en el éxito no es sencillo y mientras Ricardo -ahora Richie Prince- no consigue escribir nuevas canciones, la vida lo cruza con Miguel, su ex compañero, veinte años después.
Lo que primero se constituye en la posibilidad del regreso a la vieja amistad termina siendo un aporte a la banda y luego el nacimiento de la nueva figura: Miguell’o.
Con algunas situaciones que arrancan una sonrisa y algunas otras, vergüenza, se desarrolla una trama que no puede ocultar sus propias contradicciones: la mirada crítica sobre el mundo de la industria y los programas televisivos que giran y se producen en base al escándalo es la base sobre la que se funda la misma película para construir humor. Y así la serpiente se muerde la cola.
Además ciertas imágenes (exhibición y exposición de cuerpos, chistes de doble sentido) parecen ir en contra del público familiar que se dice buscar. Más allá de que en cualquier programa de televisión hoy en día, a media tarde, los espectadores se vean expuestos a lenguaje soez e imágenes obscenas, seguir replicando esas visiones es una decisión sobre la que hay que hacerse cargo.
Si bien la dupla protagónica tiene muy aceitada su química, son algunos secundarios los que con sus apariciones, más o menos breves, se ganan los aplausos: Brieva, Santoro y, especialmente, Reinhold haciendo de un conductor “consagrado”, de esos programas corrientes y berretas que abundan en nuestra tele, al estilo de del Moro, Tinelli o el mismo Listorti, que piden sangre en vivo sin código ni ética.